Una autopsia a Lázaro
Juan 11: 16-44
“16 Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a
sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él. 17
Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el
sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince
estadios; 19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a
María, para consolarlas por su hermano. 20 Entonces Marta, cuando
oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. 21
Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría
muerto. 22 Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios
te lo dará. 23 Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. 24
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. 25
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté
muerto, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá
eternamente. ¿Crees esto? 27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú
eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo. 28
Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El
Maestro está aquí y te llama. 29 Ella, cuando lo oyó, se
levantó de prisa y vino a él. 30 Jesús todavía no había entrado en
la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado. 31
Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron
que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo:
Va al sepulcro a llorar allí. 32 María, cuando llegó a donde
estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses
estado aquí, no habría muerto mi hermano. 33 Jesús entonces, al
verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se
estremeció en espíritu y se conmovió, 34 y dijo: ¿Dónde le
pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. 35 Jesús lloró. 36
Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. 37 Y algunos de
ellos dijeron: ¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también
que Lázaro no muriera? 38 Jesús, profundamente conmovido otra
vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. 39
Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo:
Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. 40 Jesús le dijo: ¿No te
he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? 41 Entonces quitaron
la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo
alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. 42 Yo sabía que
siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para
que crean que tú me has enviado. 43 Y habiendo dicho esto, clamó a
gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! 44 Y el que había muerto salió,
atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario.
Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.”
Este caso de la resurrección de Lázaro en Betania
fue muy sonado en su ciudad, y es conocido por todos los que leen el Nuevo
Testamento. Me ha parecido provechoso para mí mismo leerlo de otra forma,
espiritualizando lo ocurrido, en vez de en su forma ordinaria. La muerte y
resurrección de Lázaro observada con el lente de la teología es instructiva y
el rédito es mayor que la lectura común de la historia. Marta le dijo al Señor
"hiede ya porque es de cuatro días".
Es lógico a juzgar por el tiempo que llevaba
muerto, que se habían producido en ese cuerpo cambios. Si hiede es que ya
está en proceso de descomposición continua, que además del mal olor que
despide hace difícil el acercamiento, porque repele. Un cadáver en estado de
descomposición es horrible, no tiene ningún atractivo. Todos los que tenía los
ha perdido y está deformado. Ahora su imagen es grotesca, y por dondequiera que
se examine se halla rigidez, frialdad y gusanos hirviendo dentro de la carne
putrefacta.
La teología en la historia de este cadáver, si
continuamos haciéndole una autopsia, obligadamente es monergista, porque
es imposible atribuir la más pequeña chispa de vida a un ser que más rápido que
lento, se descompone. Es patente la impotencia farmacéutica, la experiencia
médica, y las lágrimas y buenos deseos de los familiares, sacerdotes y
pastores, amigos y vecinos. Nadie puede hacer nada con un cadáver si no es
prepararlo para la sepultura y enterrarlo.
El apóstol Pablo dijo que todos los hombres están
muertos "en delitos y pecados", y que la resurrección espiritual se
la deben a Cristo por cuanto él es "la resurrección y la vida", y
dice "os dio vida a vosotros cuando estabais muertos en delitos y
pecados". Si Lázaro representa la situación real de cada pecador, no valen
los llantos a su alrededor para restaurarle la vida, de los gritos de nadie, ni
los rezos de otros; la única solución fue la que tomaron las dos hermanas del
cadáver, llamar pronto a Jesús, que teniendo vida en sí mismo, de ella
tomara para dársela al amigo muerto. Y eso fue precisamente lo que pasó. Jesús
llegó hasta donde estaba el cadáver y le habló, y con su palabra, porque con
ella basta, el insensible muerto escuchó su voz y se despertó como si en
realidad hubiera estado durmiendo y no pudriéndose.
Oigan bien maestros, importa poco la edad que tenga
el difunto, sea un niño, un adulto o un anciano, la muerte es la misma, la
descomposición mental y espiritual es la misma, porque la naturaleza humana y
la maldición de Dios sobre el pecado de ella, es única. Los métodos son medios
que usamos para llevar la palabra de Dios a los que están muertos, pero no son
los métodos los que despiertan al dormido, ni hacen sensible al endurecido, ni
abren los párpados a los que los tienen ojos de muertos, ni dan ritmo a un
corazón parado, ni odio para un mundo hacia el cual se le van los ojos.
Hay que enviar por Jesús, quiere decir hay que orar
al Señor y que él traiga su palabra con su poder y conceda el arrepentimiento
al que con gusto disfruta su vida pecaminosa, para que huya del pecado que
ahora abraza, para que crea lo que ha estado negando toda la vida, para que le
interese lo que no le importaba, para que preste atención a lo que le daba
sueño. Los evangelistas tienen que ser hombres y mujeres de fe, porque se
necesita más fe para interceder por la resurrección de los muertos reconociendo
la imposibilidad de dársela, que para predicar. Sermoneros hay demasiados y
"ora-dores" pocos.
Apelar a algún potencial humano interno, avivar
alguna supuesta vida dentro de un cadáver, es un engaño cuyo único resultado es
dejar al oyente en las mismas, espiritualmente paralizado, hediendo y
descomponiéndose según pase el tiempo. Los adultos que están en prisiones de
maldad fueron niños que estuvieron en sus cunas. A este enfoque correcto en la
conversión a Cristo de los muertos se le llama calvinismo no porque
fuera Calvino a quien se le ocurrió, porque antes que él un romano que vivía en
África, llamado Agustín, había dicho lo mismo, y antes de este santo otro
romano de raza judía lo había escrito desde una cárcel, el apóstol Pablo. Hay
muchos libros que desprecian el calvinismo, no los compres, hay muchos blog
sonsos e insípidos, no los visites.
¿Qué hicieron las dos hermanas cuando los médicos le
dieron el certificado de defunción de Lázaro? Oraron, esa fue su principal
función, como quien dice convencer a Jesús para que se acercara al muerto y
le dijera "sal fuera". Cuando deseamos la conversión a Cristo de un
ser amado es con Jesús con quien más debemos hablar, y contarle hasta las cosas
más graves que le ocurren a nuestro ser querido, sin rodeos y sin pulir la
oración, aunque parezcan reproches. Tal vez Jesús se ofende menos con una mala
educación que con una fe fingida.
No se le ponen las mejillas rojas al Señor porque se
le diga lento, se le reproche que no estaba aquí cuando hacía falta, si se
sigue orando y se le dice que todo lo puede hacer sí lo quiere. Jesús le pasó
por alto a Marta ese tono confianzudo y demasiado familiar. Entienda que no
estoy promoviendo que se ore sin reverencia. Lo que digo es que aún la oración
rústica y descortés no es un problema si se ora como un hijo o una hija de Dios
y con fe.
Después de hecho el examen anatómico del cuerpo de
Lázaro, o sea su autopsia, y listo legalmente para el sepulcro, es decir
minuciosamente examinado con la buena teología, se llama a Jesús para que
solucione lo que nosotros consideramos irreversible, y obtenido el favor de la
nueva vida del difunto, entonces manos a la obra, compañeros en el ministerio y
a purificar con ética, consejos y direcciones al recién salido de las tinieblas
de Satanás y de las sombras de muerte. El trabajo de las hermanas, los amigos y
los sirvientes, fue desatarlo, desenredarlo, ayudarle a desentenderse de las
ataduras y las fajas de la muerte que lo aprisionaban. Que ahora huela a Cristo
y no a mundo (2 Co. 2: 15).
El trabajo de todos ellos fue importante pero
secundario, después que interesaron a Jesús en el caso. La labor de la iglesia
es ayudar en ese sentido a los que se nota que por la palabra predicada han
recibido la vida, que dan señales de resurrección. Ayudarles a que se despojen
de aquellas prendas que son de muertos y no de vivos. Y en cuanto a mí ya me
voy del funeral porque Jesús lo disolvió.
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