No son remiendos de personalidades rotas
1Co. 6:9-11
"No sabéis que
los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni
los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con
varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes,
ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya
habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados
en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios".
Todos los verbos, gracias a Dios, están en pasado,
eso éramos pero ya no somos; hasta nuestras equivocadas maneras han sido
cambiadas y ahora nos portamos natural y espiritualmente correctos. Esos verbos
en pasado son toda una dicha y encierran una enorme cantidad de gracia y de
misericordia, de arrepentimiento, de fe y de perdón. Esos verbos en pretérito
son las cosas viejas que tenían que pasar y pasaron cuando un día escuchamos la
predicación del evangelio (2Co.5.17). Ahora somos criaturas nuevas. No
cambiadas mediante ceremonias, circuncisión o incircuncisión, sino que hemos
sido hechos nuevas criaturas. Es lo verdaderamente importante. Es una obra
magnífica que da toda reputación a Dios y gloria al cielo. Aquella iglesia no
fue formada por un programa psicológico de remiendos de esas personalidades
rotas y desviadas; toda alma tortuosa fue enderezada, todo camino y promontorio
allanado y preparado para la venida del Señor. No hizo falta predicarles
primero ética, o un programa de restauración psicológica, no hizo falta la
consejería sino la predicación de la Palabra asistida por el poder de Espíritu
Santo.
La iglesia no se forma con esa clase de programas, sino con el poder de
Dios, con el temor a Dios, que nace por medio de la fe. Con la presencia del
Espíritu Santo dentro los corazones de esa gente pecadora. Oh sí Señor, qué
bueno que me has lavado de esos pecados que cometí en mi ignorancia. Señor, yo
no lo reconocía, nadie me había dicho como eras, como pensabas, lo que amabas y
aborrecías, pero venida la palabra y la fe me has lavado por tu Espíritu. Me
gusta esa palabra "lavado". Ya estoy limpio y sólo me quedan recuerdos
pero no manchas. Ya he sido emblanquecido (Apc.7:9,13,14). Y lo he sido en el
nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios. Bendito sea el Señor
por su muerte, y el Espíritu por su ministerio de santificación.
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