Para Jesús no hay cosas ingobernables
“Señor, tú lo sabes todo, sabes que te amo” (Jn.21:17).
Alza tu cabeza preocupada, ¿dónde está tu Señor? ¿Aún en el sepulcro? Si no lo está, ¿qué haces gimiendo y lamentándote? Hace días que solo piensas preocupadamente; el que hizo la noche ¿no hizo el sol? ¿No señorean ambas sobre los hijos de los hombres y eso porque el Señor así lo quiso? Toma hoy las palabras del apóstol y haz una oración con ellas. “Señor”: Las cosas no corren como tú lo quieres, pero ¿no es él Señor sobre ellas? Fíjate que Pedro dijo que Jesús lo sabía todo, pero partió de una buena posición, reconociendo que era el Señor. Mira primero tus cosas desde ese ángulo, desde el poderoso señorío de tu Salvador, no desde el débil y atemorizado factor humano.
Cuando el querido apóstol dijo, “tú lo sabes todo”, estaba queriendo añadir, todo lo que me ha pasado, que estaba informado de todo lo que le había ocurrido a él, todas las circunstancias que lo habían arrojado a su negación y que las conocía mucho antes que todo se desenvolviera como pasó. No había sitio para pensar que su caso no estaba providencialmente supervisado y previsto desde antemano.
Si el Señor lo sabe todo, lo que pasa y lo que pasará, ¿no hay seguridad de que todas las cosas obrarán para bien a los que aman a Dios? (Ro.8:28). ¡Oh, que nos de la fe hoy para dejar todas las cosas en sus manos, que no nos preocupemos más por ninguna cosa creada! (Ro.8:39). ¿Quién las creó, Dios o el diablo? ¿Persecución, angustia, peligro, ansiedad por todas esas cosas? Son creadas y Jesús las conoce. Tu caso no es más complicado que el de otros, para Jesús no hay cosas difíciles que no pueda entender y obrar conforme a lo que mejor considere.
No, hombre de poca fe, empínate en el conocimiento de Jesús, las cosas llevarán a algún sitio y serán para bien. Si todo se desarregla, si las cosas malas parecen dominar, si Satanás pone caos, si conspiraran contra ti, como diría el atribulado Jacob, déjalas al Señor que para él no son ingobernables.
La ira del hombre y aún su pecado le alabarán y ayudarán para la realización de su voluntad. Antes en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Ro.8:37). Si pudieras cambiar las cosas hazlo, si no puedes, ora por ellas, más importante que las cosas cambien conforme a tu voluntad y en el tiempo que lo deseas, es que tú aprendas a confiárselas todas al Señor y a fortalecerte para vencerlas.
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