La falsificación del testimonio cristiano


Hechos 5:1-11
 1 Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, 2 y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles.  3 Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?  4 Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.  5 Al oír Ananías estas palabras, cayó y expiró. Y vino un gran temor sobre todos los que lo oyeron. 6 Y levantándose los jóvenes, lo envolvieron, y sacándolo, lo sepultaron. 7 Pasado un lapso como de tres horas, sucedió que entró su mujer, no sabiendo lo que había acontecido. 8 Entonces Pedro le dijo: Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: Sí, en tanto. 9 Y Pedro le dijo: ¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. 10 Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró; y cuando entraron los jóvenes, la hallaron muerta; y la sacaron, y la sepultaron junto a su marido. 11 Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas.


La venta de las propiedades y su repartimiento entre los necesitados es un hecho sin precedente en la historia de Israel, es hallado sólo en la iglesia en la vida de hombres y mujeres hechos nuevos, dentro de comunidades que en ningún modo se organizaban con el fin de ahorrar dinero, donde todos los creyentes más bien lo menospreciaban.

El ejemplo de Jesús, quien vivió siempre pobre y no tenía  “donde recostar su cabeza” (Mt. 8:20), pudo haber sido el estímulo principal para esta forma de vida que llevaban. Jesús nunca contrató a ningún apóstol ofreciéndole salario, más bien los envió sin “dinero ni cobre en el cinto” (Mt. 10:9,10)  para que aquellos que compartían con ellos el evangelio les ofrecieran techo y comida. Y todos “teniendo sustento y abrigo” estaban contentos (1 Ti. 6:8). Uno no lo hacía porque otro lo hacía sino porque deseaban ser como Jesús y querían parecerse a sus queridos apóstoles. La historia del joven rico y lo que Jesús le dijo también pudo haber tenido influencia entre ellos para actuar de ese modo.

En el ejemplo de Ananías y Safira observamos que el vender las propiedades no era un acuerdo de la iglesia para bautizarse o para militar en sus filas sino una disposición del corazón, era un acto enteramente voluntario y no se presionaba sobre nadie para que se desprendiera de lo suyo, una gran forma de vida que deseaban tener, si alguien quería hacerlo lo hacía y si quería retener todas sus propiedades bien podía hacerlo y no sería criticado por ello.

Los que lo hacían eran  admirados por sus hermanos y disfrutaban de una gloria especial.  Esto sí pudo tener un gran peso en la decisión de esta pareja; que pretendieran hacerse pasar por grandes cristianos y sus corazones no les daba para tanto. En este caso el ejemplo de Jesús fue falsificado.  La muerte de este hombre y de su esposa no fue porque se quedaran con parte del dinero sino porque deseaban ser dechados de virtudes cristianas sin serlo. Era una grosera mentira de la conducta. 

Fingieron amar a los pobres como no los amaban, imitar a Jesús como no lo imitaban, y para todo eso usaron la mentira. Si él hubiera dicho que era parte del dinero y se quedaba con lo otro, ellos lo hubieran recibido, pero él los quiso engañar con un testimonio que estaban lejos de haber alcanzado. Quizá algún día pero no ahora. Fingir una vida espiritual que no se lleva es una abominación ante Dios. Él quiere que mostremos lo que somos, aunque seamos sólo la mitad de lo que quisiéramos ser, una parte de nuestras aspiraciones. He ahí el fondo del pecado de aquellos dos hermanos: una pretensión; querer aparecer en la lista de hombres y mujeres donde los nombres de ellos dos no cabían.

Habían mentido enfrente de la iglesia donde se hallaba Dios, una iglesia movida por el Espíritu Santo y por la Palabra del Señor. Habían menospreciado la congregación de los santos y jugaron con ella, y el Señor airado, para lección que tuviera que ser aprendida por los demás, los ejecutó para que los demás no hicieran lo mismo, porque no deseaba que su iglesia se convirtiera en una comunidad de pretensiones espirituales y no de magníficas realidades que reflejaran el reino de los cielos.

La iglesia tenía que ser pura, pero aún más, verdadera, sin almas dobles; una congregación espiritualmente genuina, columna de la verdad, reflejo del poder de Dios en las almas transformadas; y aquel matrimonio inducido por Satanás, daba comienzo a la falsificación del testimonio cristiano dentro de ella misma y eso había que suspenderlo porque un creyente hipócrita es la magna obra de Satanás dentro de la iglesia.

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