La iglesia es bonita yendo al paso de las paridas y los niños
Génesis 33.12-15
Parece que lo que quiere es que se
vaya, le tiene miedo. Ya se han reconciliado, se han pedido perdones, no hay
mucho más que hablar y seguir juntos como si nada hubiera pasado y juntar dos
historias completamente distintas, borrar por voluntad propia tantos años de
separación, es imposible. Esa hermandad no se puede disfrutar jamás. Han
ocurrido muchas cosas que sería imposible sacar de la memoria. Estaban
predestinados a vivir lejos el uno del otro. Se podrían conformar a tener
noticias el uno del otro sin procurar un acercamiento. Los pasados no se usan
pero siguen viviendo. No sé si generalizar pero hay personas que no pueden
apagar sus rencores y nunca miran igual a un ofensor. Si se tiene una mala
memoria.
Realmente no le hacía falta, Dios lo
cuidaba. No siguieron juntos muchos días. Sin embargo mucho de lo que dice es
cierto y muestra cuán conocedor es de su ganado, y habla a favor de las recién
paridas y de los niños que también son tiernos. Le dice: “Compréndeme, tengo
que ir lento, al paso de las madres paridas y de los niños, a ninguno de ellos
puedo apurar o los mataré a mi paso. Las iglesias deben ir al paso de las
madres que crían y de los niños. No debe dejarlos a ellos detrás y abandonados
a su suerte. Deben tener sus maestros. Los adultos, los maduros deben ajustar
el paso, ir más despacio, que los que todavía están en la infancia. Soportarlos
y proveer. Los niños no deben quedarse rezagados ni obligarlos al trote de los
adultos. Y no se les puede dar la vianda de adultos maduros a esos niños. Ellos
son importantes para nuestras congregaciones. Si no se acomodan a ellos, los
perderán, y una iglesia sin niños no tiene futuro, y es fea. Es un jardín sin
flores.
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