Les gusta la música y las canciones
Ezequiel 33:31-32
“Y vendrán a ti como viene el pueblo, y estarán delante de ti como
pueblo mío, y oirán tus palabras, y no las pondrán por obra; antes hacen
halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia. Y he
aquí que tú eres a ellos como cantor de amores, hermoso de voz y que canta bien;
y oirán tus palabras, pero no las pondrán por obra”.
Un cantante cuya voz y la música son apreciadas pero
no lo que dice, la melodía y las palabras pero no el contenido de lo que canta;
así de ese modo el pueblo no presta mucha atención a lo que el profeta dice
sino a la manera en que predica. Se deleitan en la armonía de su voz, la
elocuencia de sus discursos, lo correcto de sus expresiones, lo magnífica de su
dicción y la cadencia de sus palabras pero sin prestarle interés a la
excelencia de las doctrinas que enseña. Se marchan con no más impresión que si
hubieran asistido a un concierto de música o hubieran sido deleitados por algún
cantante y que además toca bien su instrumento y la música de su canción de
amor. Son amantes de la música. El evangelio verdaderamente es una “canción de
amores” como puede traducirse, que habla sobre el amor de Dios, el amor de
Cristo y la voz del predicador es como un encanto para aquellos que lo
entienden pero para otros es sólo una canción, voces y nada más. Se deleitan en
sus sermones y cómo los predica pero no reflexionan en sus contenidos, oyen las
palabras pero no la aplicación a sus vidas” (John Gill). Los sermones bonitos
suenan más bellos que cualquier instrumento musical. Deja de tocar en el piano,
arrincona la guitarra, déjame oír lo que están predicando que me encanta.
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