Los misioneros y las perlas de Dios
Mateo
7:6
"No
echéis vuestras perlas a los cerdos".
Aquí se nota de Jesús un poco de
cólera. Aunque el lenguaje tenga una excusa ceremonial. Hay personas que se
enojan muchísimo si uno les habla de Cristo, y si quiere que dejen sus pecados
están dispuestos a agredirnos si insistimos. Pero yo no sé realmente quiénes
son. Los misioneros arriesgan sus vidas entre salvajes en lugares inhóspitos,
les traducen la Biblia a sus dialectos y se exponen a enfermedades, a ser
lanceados, devorados por caníbales, o destrozados por las fieras.
¿Son
ellos perros? ¿Puercos? Nunca este versículo ha prohibido el envío de hombres y
mujeres a la obra misionera. No se refiere a los "bárbaros y escitas"
sino a la gente de nuestro propio país, a los perros que vuelven a sus vómitos
y no quieren oírnos, y a las almas puercas, los sensuales que se alimentan de
basuras y desperdicios, individuos inmundos incapaces de valorar la belleza de
una verdad bíblica y se enfurecen cuando se las decimos como si estuviéramos
tratando de envenenarlos (2 Pe.2:20-22; Jud.1:17-19), los ceremoniosos que han
caído de la gracia y que con afilados
dientes se comportan con una actitud canina (Ga.5:15). El evangelio es
comparado con las perlas.
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