Asunto sobre bostezos y suspiros
Salmo 119:131
No dice: “mi boca abrí y bostecé” sino “mi
boca abrí y suspiré porque deseaba tus mandamientos”. ¿Suspiras por el retorno de épocas de oro
que la iglesia ha vivido, por la vuelta de aquellos viejos tiempos y viejos
profetas, que aun después de muertos sus huesos continuaban teniendo más
vida que muchos vivos, por un buen
sermón, que esté basado íntegramente en la Palabra de Dios, que sean los
pensamientos del Espíritu Santo dejados en la Biblia? El alma que ama la
palabra de Dios suspira cuando recuerda aquellos tiempos cuando en los cultos
la Biblia era lo principal y no otras cosas que han importado para adornarlo,
azucararlo o hacerlo más atractivo pero desabrido. El alma de quien ama los
mandamientos divinos suspira cuando lee aquellos grandes sermones y aquellas
grandes exposiciones del pasado, dice: “Oh Dios, envía hombres como Agustín,
obispo de Hipona, hombres como Lutero, Calvino, Owen, Bunyan, Spurgeon, Wesley,
Whitefield, que sean verdaderos maestros de la Palabra de Dios”. ¿O no hay
réplicas de ellos? Oh, quien suspira ora para que retornen esos tiempos
en que haya “hambre de oír la palabra de Dios” (Am. 8:11), y no que sientan “comezón
de oír” conforme a sus concupiscencias (2 Ti. 4:3).
Hombres que deseen nutrir al rebaño con la Palabra
del Señor, con oro, plata, piedras preciosas, que suspiran cuando ven que
tantas almas se alimentan con paja, rastrojo, heno y hojarasca, y otros, como
dice el profeta, comen cenizas. Suspira por leer acerca de los mandamientos de
Dios porque “la exposición” de sus palabras son las que alumbran (Sal.
119:130); porque en el púlpito se emplee con más frecuencia ese método de
predicación, que los maestros de la escuela dominical lo empleen continuamente
dentro de un curso mejor diseñado que los que hoy conocemos en abundancia.
Suspiramos por gente como el salmista, que suspiren, sensitiva, que anhelen la
palabra de Dios, que suspiren por sus necesidades espirituales sin aburrirse ni
cansarse. Esos suspiros son los gemidos del Espíritu que nos habla
Pablo, que revelan la intensidad espiritual de las oraciones que se
hacen. Oh Dios, provéenos hoy de hombres y mujeres espirituales que suspiren
por lo que nosotros suspiramos y por lo que Cristo suspiraba (Mr. 8:12). El
engrandecimiento y fortalecimiento del Reino. Amén.
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