Así nació en la mente de Dios la mayor parte del NT
HECHOS 28:23-31
“Y habiéndole fijado un día, vinieron en gran número
adonde él posaba, y desde la mañana hasta la tarde les explicaba testificando
fielmente sobre el reino de Dios, y procurando persuadirlos acerca de Jesús,
tanto por la ley de Moisés como por los profetas. Algunos eran persuadidos con
lo que se decía, pero otros no creían. Y al no estar de acuerdo entre sí,
comenzaron a marcharse después de que Pablo dijo una última palabra: Bien habló
el Espíritu Santo a vuestros padres por medio de Isaías el profeta, diciendo: Ve
a este pueblo y di: "Al oír oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y
no percibiréis; porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible, y con
dificultad oyen con sus oídos; y sus ojos han cerrado; no sea que vean con los ojos, y oigan con los
oídos, y entiendan con el corazón, y se conviertan, y yo los sane." Sabed,
por tanto, que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. Ellos sí
oirán. Y cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión
entre sí. Y Pablo se quedó por dos años enteros en la habitación que alquilaba,
y recibía a todos los que iban a verlo,] predicando el reino de Dios, y
enseñando todo lo concerniente al Señor Jesucristo con toda libertad, sin
estorbo”.
Primero que todo veamos la honestidad pastoral del apóstol. Pablo no llegó a Roma e
inmediatamente preguntó dónde se reunía la iglesia para visitarla o hacerle
saber dónde estaba. Este pastor no tiene apetito por las iglesias establecidas.
Había bautizado a muchos entre ellos pero él no la había fundado. Conocía a varios,
le habían dado muestras de cuánto lo amaban yendo a recibirlo fuera de la
ciudad, apreciaban su obra literaria, admiraban su inteligencia y vida
espiritual. Aunque con ellos hubiera querido pasar un tiempo y seguir su plan
de evangelizar a España (Ro.15:20, 24) les dice que su comportamiento es no “edificar
sobre fundamento ajeno” y no practica
para sí tomarse la honra de otros.
No es a ellos a los primeros que cita a una reunión sino
a la comunidad no convertida a Cristo queriendo con ese plan agrandar el reino
de Dios, la iglesia, con nuevas profesiones de fe. No dice qué día de la semana
se reunieron en su casa, Lucas no lo escribe, y hubiera sido interesante
saberlo porque si “vinieron en gran número adonde él posaba” (v.23) y era un
día laboral tuvieron que suspender sus ocupaciones. Tal vez era un día festivo,
no necesariamente un domingo que todavía no lo era en el calendario romano. Y
en cuanto al sábado dudo que los judíos se expusieran a profanarlo yendo a una
prisión. Posiblemente fue uno de los otros cinco. Comoquiera hicieron arreglos
y se desocuparon para ir a oír al predicador y miembro de una secta que en
todos los lugares se “habla contra ella”
(v.22). Ya en ese entonces no vivía la iglesia ante la sociedad judía, rodeada de elogios. A pesar
de eso fue el tema de la conferencia lo que los motivó a visitarlo, querían
escuchar aquellas enseñanzas que eran supuestamente anti judías.
Pablo no necesitaba popularidad para reunir un buen
grupo, con el interesante tema de su conferencia los motivaba a venir. Posiblemente
“gran número” harían arreglos laborales e irían a oír a un buen predicador si
saben que lo que diga será interesante y que lo escucharán “de buena gana” no
por unos minutos sino “desde la mañana hasta la tarde” (v.23). No es lo mismo
cuando los convidados a una reunión cristiana por experiencia saben que el
asunto será aburrido, muy personal y demasiado superficial.
Echemos un vistazo a los sermones paulinos dentro de su casa alquilada. Se percibe el estilo superior de su conferencia y
predicación expositiva puesto que antes de traducir
“declaraba” habría que escribir exponer
o “explicar” (v.23) que es lo que quiere decir (lo mismo en 11:4; 18:26), ya
que usando los textos del AT les hacía una exposición
o explicación de los mismos refiriéndolos a la persona y obra de Jesús. Esa es
la predicación que ejerce magnetismo sobre los inconversos y los pega con
deleite al púlpito. Y si a eso se le añade la cualidad de que sea una
exposición ardiente tendríamos un
sermón que difícilmente se puede dejar de atender. Y eso lo digo porque la
palabra “testificando” contiene esa cualidad de protestar y dar testimonio
fogosamente y con entusiasmo argumentos que van saliendo calientes del corazón.
Y si lo que se dice no tiene ni más ni menos que como base “tanto la ley de
Moisés como los profetas” (v.23) tal atrayente estilo es equivalente al usado
por Jesús de “abrir las Escrituras” clavando a todos en sus puestos sin que
nadie se vaya porque “nunca ha hablado un hombre como ese hombre” (Luc 24:32). En
conclusión, el Maestro de exégesis bíblica, exposición sagrada y oratoria
cristiana de Pablo, fue nuestro Señor Jesús. Enoja, más que aburre, un sermón
que no nos abre las Escrituras y merece ese parlotero que se le den cuarenta
azotes menos uno para que lo haga mejor.
Veamos ahora el
tema central de sus sermones. Es mejor una audiencia interesada que
entretenida. No iban aquellos judíos a pasar un buen rato en casa de Pablo, ni
éste tampoco los citó para ser amigable y fraternal con ellos sino para “persuadirlos acerca de Jesús” (v.23), que es
el Mesías y la esperanza de Israel. Y con ese estilo de predicación cristocéntrica logró “persuadir algunos”
y por ese puñado de personas valió la pena que vinieran todos y que gastara
todo el día aunque otros no se dejaran convencer (v.24), a pesar que como los
primeros estuvieron oyéndolo “desde la mañana hasta la tarde” y no veinte o
cuarenta minutos. Pablo no estaba acostumbrado a producir conversiones en un
santiamén.
Después de todo, cuando se fueron aunque no quedaría
satisfecho por lo que dijo se quedó contento recordando lo que sabía, que sus
sermones eran “olor de vida para unos y olor de muerte para otros”. Hay que ser
agradecidos a Dios por los pocos y los muchos. Los convertidos a Cristo
salieron para la iglesia a tomar el bautismo y el otro grupo se fue echando
chispas a su propio lugar, disgustado con el predicador y los nuevos creyentes,
y hasta de lejos se oía que iban “teniendo gran discusión entre sí” (v.29).
Y hay un motivo de aliento para todos los
predicadores, que ni aun los sermones
apostólicos convierten a todo el mundo. Por el relato parece que la reunión
se disolvió no por la hora sino cuando el predicador dejó caer sus brazos
extenuado por el esfuerzo y se dio cuenta que con la mayoría no había remedio
porque oyendo no entendían, viendo no percibían y que el problema lo tenían
dentro del corazón “insensible” (v.27) o “engrosado” y no “entendían” lo que
más claro que la luz les explicaba. Con todos esos defectos internos y con toda
esa mala disposición era imposible que se “convirtieran y hubiera para ellos
sanidad” o perdón. Así se cumplía lo dicho por el profeta Isaías en 6:9,10,
cuyo pasaje es aplicado de diferentes maneras como dice Calvino, por otros
autores del NT e incluyendo al propio Pablo (Mr.4:11; Jn.12:37; Ro.11:5-8). Y
antes que salieran por la puerta como ellos no aprobaron tener en cuenta a
Dios, les dijo el apóstol, y no se consideraran “dignos de la vida eterna”,
“los dejo y me vuelvo a “los gentiles” que “sí oirán”; si no me quieren oír
váyanse ustedes que algún día me iré yo”.
Desde entonces ya Dios estaba pensando en los 27 documentos
que formarían el NT dejando a Pablo encerrado en una casa alquilada. La providencia
pensó: “Se necesitan dos cosas para hacer llegar las bendiciones de Pablo en
los siglos por venir: (1) que las iglesias provean dinero para el alquiler de
la casa y sostengan al predicador (2) y que allí mismo Pablo tenga más tiempo
para escribir que para predicar”. Y así nació en la mente de Dios la mayor
parte del NT.
Durante dos años enteros en la habitación que
alquilaba continuó predicando a todos los que venían a verlo y las autoridades
de Nerón no interfirieron en esos cultos (v.31).
Las iglesias mostraron su aprecio para el ministerio
de apóstol pagando el alquiler de la casa. Desde la lejana Filipos también llegó dinero
(Flp 2:25; 4:18). Ofrendas y contribuciones de todos. No precisamente del
bolsillo de Julio César o del centurión. El apóstol lo recibió todo “como olor
fragante, ofrenda a Dios” sin sentirse una carga, culpable o avergonzado. Y
ellos se conformaron con pagar un alquiler porque no había para más ni era
necesaria una inversión mayor. La difusión del evangelio era primera que la
adquisición de propiedades. No era mejor comprar la casa que alquilarla. Tampoco
se sabía cuánto tiempo el nuevo inquilino la ocuparía.
La obra de Dios puede seguir creciendo, si se
predica a Cristo, sin casa ni templo. Con un poco de dinero para alquilar es
suficiente a no ser que la quieran comprar para que cuando venga otro ministro
ya tengan dónde alojarlo. Fue esa habitación honrada por Dios y hasta ella llegó
Epafrodito y dentro de sus paredes se convirtió Onésimo (Flm.1:10) que después
llevó la epístola a los colosenses. Allí nació la dulce epístola a los Filipenses,
la pastoral 2Timoteo y la cíclica Efesios. Y el apóstol sin amargura aceptó de
Dios tanto su reclusión como su libertad. Pasaba sus días como Dios quería que
los pasara. Fue lo que Dios quería de su ministerio, y de sus labios no brotó
ni un solo suspiro de pesar por estar limitado en la predicación si el Señor le
dejaba suficiente tiempo para la inspirada labor literaria, tesoro que le
dejaría sin saberlo, no a sus contemporáneos solamente sino a la humanidad. Te
bendecimos apóstol por tus cárceles y cadenas y a la sabiduría divina que por dos largos años te retuvo confinado en una prisión
domiciliaria, te bendecimos por tus libros y mayormente por tus pergaminos, y sobre todo por tus trece sobrevivientes
epístolas.
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