Un país que de gusto vivirlo
(Mt. 5:13; Mr. 9:50)
“34 Buena es la sal; mas si la sal
se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? 35 Ni para la tierra ni
para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga”.
Otra pequeñísima parábola de Jesús con la sal común;
muchas veces cuando ha aparecido en una roca si no es separada de ella cuando
se ha agotado el producto salino el resto es tirado afuera por la ventana de la
cocina, a un lugar cualquiera o puesta en el paso sobre algún sitio lodoso. La
sal no es buena para la presión sanguínea, se sabe, pero Jesús no piensa en
medicina sino en el gusto que le da al paladar de los sanos cuando comen y no
sin ella en la dieta de los enfermos. Por otra parte, es buena para preservar
las carnes, que sin refrigeración perecerían si no se consumen.
El sentido espiritual en el sermón es doble, que, si
sus discípulos pierden el sabor de él,
el testimonio fracasa; si no sazonan
sus vidas con sus enseñanzas, en cuanto a utilidad espiritual se trata, se
vuelven inservibles y de ellos se puede prescindir, echándolos afuera por la
ventana de la iglesia hasta que recobren el gusto anterior o sean hollados por
el mundo. El gusto propio del evangelio nada lo tiene sino él. El gusto del
evangelio es irremplazable. No hay esperanza de gusto ni emoción por vivir si
la vida es añeja y desabrida. Si un discípulo pierde su poder protector y es inútil espolvoreado entre sus conocidos,
porque ha sido asimilado por ellos, ya no tiene sentido su lugar en la iglesia
y aunque no se le tire afuera por la ventana, él solito da unos saltos y se
marcha, por la puerta.
En relación con las fronteras de las salinas, cerca
del Mar de Cristal, el que lee entienda y el que tiene oídos para oír oiga, la cantidad del producto y su calidad son importantes. Si el número de
granos de sal es poco, poco será lo que pueda hacer en el sabor y preservación
de su nación, y si falla ‘el pacto de sal’ con Dios (Núm. 18:19), si sus
virtudes descienden y el provecho no es palpable en su contorno, pese a la gracia común (policías, ejércitos,
leyes), la totalidad se corrompe; y ella, indiscutiblemente lleva una porción
de culpa. La calidad cristiana en un país, y que la sal no sea un pequeño
puñado, o exista encerrada en su salero (templo) como una insignificante
minoría, son importantes para preservarlo virtuoso, seguro y que da gusto vivirlo (Mr. 9:49,
50).
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