Los celos y la envidia son curables
"...Yo os provocaré a celos con un pueblo que
no es pueblo".
Los celos o la envidia te hacen sentir menos y pensar que
te has quedado atrás, como si lo que tiene otro te correspondiera a ti, como si
Dios te lo hubiera quitado para dárselo a él y lo hubiera bendecido más que a
ti. ¿Qué hacer con esos sentimientos? ¿Hacerle daño a nuestro prójimo, odiarlo
por lo que tiene, tratar de quitárselo o matarlo? Gracias a Dios esos
sentimientos son curables, dentro de
la raza humana. El diablo es quien no puede quitárselos y lo dominan
continuamente y lo alejan más y más del amor.
Caín sintió envidia por su hermano porque las obras de aquel eran
mejores que las suyas (1Jn.3:11,12). Dios había bendecido a Abel más que a él.
Caín pudo curarse de su envidia, mejorando sus obras, haciendo lo que a Dios
agradaba, pero no lo hizo y su envidia se convirtió en odio y el odio lo hizo
cometer un asesinato (Ge.4.7). Si hubiera hecho mejor las cosas hubiera
conseguido hacerse como su hermano. Si oraras
y traba jaras mejor no serías provocado a celos con otra iglesia ni con su
ministro.
El trabajo es un buen remedio para la envidia pero
sobre todo la oración. Si nos humillamos ante Dios y le confesamos nuestra
envidia y le hablamos francamente sobre nuestro celo y le pedimos en oración
que nos lo quite del corazón para que no nos domine. Los celos y la envidia nos
muestran que no somos perfectos, que no estamos en el punto de semejanza con
Dios en Cristo que debiéramos estar. Tal vez la envidia que sentimos sea
irrazonable porque las bendiciones que Dios nos ha dado son más abundantes y
mejores que aquellas por las cuales nos hemos puesto celosos (Luc.15:25-32).
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