Se puede morir una congregación pero no su Dios
Jeremías 51:5
“Israel y Judá no han enviudado de su Dios”.
Aunque
también se puede traducir abandonado o desechado, divorciado, esta es la
traducción primaria y la más elocuente. No ha muerto tu Dios, oh creyente, lo
sentirás lejos de ti pero no está muerto, te parecerá que está inmóvil, que
no respira, no habla, que es sustancia inerte, pero verás que es “el
Viviente que me ve” (Ge. 16:13,14),
que es realmente “el Existente” como le dijo a Moisés, “yo Soy el que Soy” (Ex.
3:14). Podrás enviudar de padre, madre, esposo, esposa, pero nunca de tu Dios.
Lo que se muere es la vida espiritual de los creyentes, que “tienen nombre de
vivos pero están muertos” (Apc. 3:1); se puede morir una congregación pero no
su Dios, se mueren porque se separan de Dios, pierden la comunión con él,
pierden el gozo y comen pan de enlutados, pero jamás se muere aquel que no
nació sino que “sus salidas son desde los días de la eternidad” (Miq. 5:2); no
puede morirse aquel que ya murió y
resucitó y tiene un sacerdocio perpetuo, según una vida indestructible
(He. 7:16), que “subió a lo alto llevando cautiva la cautividad” (Efe. 4:8); no pueden morir los que se surten de la
vida suya por medio de la fe, la palabra y la oración en el Espíritu.
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