No sabemos lo que será de nuestro ministerio ni sus proyecciones pendientes
Isaías 49: 5, 6
"El que me formó desde el vientre para hacer su siervo, para
congregarle a Israel".
No te quejes mucho, ministro; si lo haces es que se te ha olvidado
cómo mira Dios tu trabajo y desconoces la trascendencia de tu ministerio.
La Reina Valera traduce “poco es para mí que tú seas mi
siervo para levantar las tribus de Jacob,
y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero
de la tierra”, y confunde un poco. Lo que el Señor quiso decir fue “es
para mí algo ligero y fácil si quisiera levantar contigo todas las tribus de
Israel pero por la dureza de ellos eso no sucederá. Ahora bien, tengas éxito
con ello o no, la luz de tu mensaje llegará a todas las naciones y salvará
gentes en los confines de la tierra”. Nosotros, consiervo. Dios miraba su
trabajo como no lo miraban los hombres.
Isaías nunca congregó a Israel en su tiempo; pero siempre supo que
él era muy estimado y honrado a los
ojos de Dios, y tuvo la experiencia en todo momento que en sus desmayos
recibiera de su Señor fuerza para perseverar ante la dureza de corazón de
aquellos a quienes les predicaba y que se negaban a cambiar y a dar oídos a sus
predicaciones y advertencias. He ahí, le alza el velo del futuro.
Sabe para qué el Señor lo llamó y que no lo ha cumplido aún, y lo haría algún día. Supone que se ha
agitado en vano. Dios le aclara que no, que no es el salario que devenga su
recompensa porque ella provendrá del cielo y es escatológica (v.4). Y con todo
puede perseverar porque tiene dos cosas a su disposición: fuerzas y la
seguridad que es muy estimado (honrado a
los ojos) por Dios. Sabe que Dios lo estima a él y a su trabajo. Aunque no
tenga resultado su labor a los ojos del Señor es valiosa y apreciada.
Y de aquí una poderosa lección para combatir la frustración y el
desánimo: Que nunca nos quejaremos de que estamos recibiendo poco en nuestro
ministerio porque de un modo o de otro, ahora o luego, el Señor usará para
alguien, sepa yo o no quién es, lo que predicamos. Dios no nos llama a poco,
visto por sus ojos, lo que pasa es que no podemos ver todas las dimensiones de
nuestro ministerio, ni sus proyecciones futuras pendientes.
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