La Exaltación De Jesús
Hechos 3:1-16
“1Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. 2 Y era traído un hombre cojo de
nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la
Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. 3 Este, cuando vio a Pedro y a
Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. 4
Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. 5
Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. 6 Mas Pedro dijo: No tengo plata
ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret,
levántate y anda. 7 Y
tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies
y tobillos; 8 y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos
en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios. 9 Y todo el pueblo le vio andar y
alabar a Dios. 10 Y le reconocían que era el que se sentaba a pedir
limosna a la puerta del templo, la Hermosa; y se llenaron de asombro y espanto
por lo que le había sucedido. 11 Y teniendo asidos a Pedro y a
Juan el cojo que había sido sanado, todo el pueblo, atónito, concurrió a ellos
al pórtico que se llama de Salomón. 12 Viendo esto Pedro, respondió
al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿O por qué
ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos
hecho andar a éste? 13 El
Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha
glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante
de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. 14 Mas
vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un
homicida,15 y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado
de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. 16 Y por la fe
en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre;
y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de
todos vosotros”.
Ninguna cosa es más importante para un cristiano que
exaltar el nombre del Señor. La sanidad del cojo que aquí se cuenta tiene ese
objetivo, colocar el Nombre de Jesús en un lugar que brille sobre todo nombre.
Este suceso favoreció la Gran Comisión. Lucas, como médico, lo pinta con muchos detalles. Por
ejemplo, mientras esperaba la limosna estaba “atento”; Pedro lo tomó por la
mano “derecha” “saltando y alabando a Dios entró con ellos al templo” y “sostenía a Pedro y a Juan con ambas manos”.
Vamos al grano. La primera intención es exaltar el
nombre de Jesucristo de Nazaret (vv. 6, 13, 16). Hay una observación que
quiero hacer desde el comienzo sobre la curación. No es el asunto principal
desde el punto de vista de Dios y de la iglesia. Para la iglesia es sólo una
señal. Una señal asociada a ese nombre y que ocurre solamente con el propósito
de ponerlo en alto. La iglesia se está estableciendo alrededor de ese nombre y
tiene que quedar claro que las señales que dentro de ella se hacen son para
exaltarlo. Para el pueblo inculto y necesitado lo más llamativo es el cojo
restaurado y es sobre él que colocan la atención, pero no para la iglesia.
Los datos que se suministran sobre la curación son para promover
la credibilidad del suceso y por consecuencia, la autoridad apostólica, que
dos hombres sin letras y del vulgo tuvieran tanto poder como para hacer aquello
(4:13); y exaltar el nombre de Jesús. Es un milagro constatable y Pedro no
rehúsa que lo examinen, y el propio cojo dando sus brincos lo demuestra, y el
médico amado que escribe el relato da su opinión: es una “completa sanidad”
(v.16). Lucas era médico, y por referencia supo que la sanidad no fue
inventada. El problema de algunos milagreros de este siglo es que no permiten a
los médicos que examinen sus milagros.
Y fue el pueblo, no la iglesia, quien confundió el origen
de aquel poder, atribuyéndolo a los seres humanos, o sea, a las virtudes de
los predicadores, “como si
por nuestro propio poder o piedad le hubiéramos hecho andar” (vv.11-13). Los apóstoles inmediatamente
reaccionaron en contra de tan nociva popularidad y los frenaron en sus
entusiasmos para que no fueran exaltados ellos sino el Señor en nombre de quien
aquel milagro se había operado. No se predicaban a ellos mismos. Eso no quiere
decir que con poder y sin piedad se
pueda ser un ministro eficaz. Sí es necesaria la piedad para ser usados por
Dios.
Les quiere decir: “No porque seamos cristianos ni mejores
cristianos, no por las virtudes cristianas es que hemos sanado al cojo, sino
para que honréis al Hijo como honráis al Padre (Jn.5:23). No nos miren a
nosotros con aire de triunfo, por favor miren para otro lado no para nosotros,
eleven sus ojos al cielo”. No queremos glorificarnos con lo que hacemos. Sin
embargo, observa qué opinión el pueblo tenía de ellos. Los tenía como
hombres con “poder y piedad”;
exactamente como Jesús. Reflejaban lo que decían y respaldaban con sus vidas el
mensaje que predicaban.
Mira con qué la iglesia crece. Es una equivocación
pensar que una iglesia puede crecer porque tiene dinero. No por el dinero sino
por el poder. Los líderes de la iglesia por sus buenos tres siglos fueron
pobres como Pedro y Juan (v.6), no tenían ni oro ni plata, ni catedrales o poder político entre los gobiernos de
las naciones. Cuando la iglesia ya no pudo decir: “No tengo ni oro ni plata”
tampoco pudo decir: “lo que tengo te doy” porque tampoco lo tenía; al llenarse
sus arcas con dinero fueron perdiendo el poder espiritual, lo principal que
Cristo les había dejado (lo único) para que llevaran adelante su obra.
Otra intención que tiene el texto es el esfuerzo que los
apóstoles hacen para ganarlos a ellos
para esa fe; para que en su Nombre “tengan vida” (vv.13-16). Su mensaje de
evangelismo está inspirado por el mismo deseo de exaltar a Jesús y le llama
ante ellos “santo, justo y autor de la vida”. Predican de forma muy hermosa
acerca del Señor. Pedro sabe que es el Creador del mundo, que todo “fue hecho
por medio de él y para él” y que “en él estaba la vida de los hombres”. Eso es
lo que creemos y por ello obtenemos vida, y “en abundancia”. Por eso oramos así,
“no a nosotros sino a tu Nombre da gloria” (Sal.115:1).
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