Evangelización y adoración en la iglesia de Spurgeon
“Lavinia
Bartlett, por ejemplo, se le pidió que llenara una posición vacante como
maestra de la escuela dominical en 1859. Desde esa fecha hasta su muerte en
1875, se estima que alrededor de 900 a 1000 miembros de su clase fueron unidos
a la iglesia. Hay algo que tiene que ser añadido antes que dejemos este punto.
"Hoy
el argumento que se escucha es que el sitio de la iglesia es un lugar muy pobre
para hacer evangelismo. Se dice que el edificio de la iglesia es el lugar para
enseñar a los cristianos, mientras que la evangelización es mejor conducirla
fuera del edificio. Spurgeon hoy no
estaría de acuerdo con ese argumento. Es verdad que él estaba listo para
aprovechar todas las oportunidades y predicar el evangelio dondequiera, ya
fuera al aire libre, como hizo en sus años mozos, en hoteles, en teatros y
lugares de este tipo. Ciertamente creyó que cada oportunidad debía ser
aprovechada. Pero la razón que él no estaría de acuerdo con ese argumento
moderno que usan los cristianos, es que nos reunimos conscientemente en la
presencia de Dios, y eso es una forma de demostración y autentificar el poder
del evangelio.
"Muchos
de los que se encontraban presente en él Tabernáculo Metropolitano no eran
simplemente personas que iban para mirar o para escuchar, simples oyentes, sino
adoradores, de modo tal que cualquier
visitante que llegara a la reunión sería impulsado a postrarse sobre su rostro
y "adorar a Dios y dar testimonio de que el evangelio es la verdad"
(1Co.14:25). Lo que pasaba en la iglesia del primer siglo en Corinto también
ocurría en el siglo XIX en Londres" (Héroes, Ian Murray, pags.267,268).
En
otras palabras, en la iglesia de Spurgeon se adoraba a Dios y esa clase de
adoración producía impacto espiritual tanto en los que eran cristianos como en
los visitantes. No era un lugar de celebración, ni para divertirse, ni para
mediante el gozo decir que se adora, era una reunión más solemne, que conducía
al arrepentimiento. Los no cristianos se sentían convictos de pecados. No
aceptaban a Cristo como Salvador, alegremente. El gozo aparecería en sus
rostros después de una honesta
confesión de pecados. Sólo en ese sentido la palabra Salvador tendría sentido. No
sólo se evangelizaba en las casas y los mercados sino también en el templo,
principalmente allí.
El Evangelismo y la expansión de la iglesia
1Co.14:22-25
“22 Así
que, las lenguas son por señal, no a los creyentes, sino a los incrédulos; pero
la profecía, no a los incrédulos, sino a los creyentes. 23 Si,
pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y
entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos? 24 Pero
si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es
convencido, por todos es juzgado; 25 lo oculto de su
corazón se hace manifiesto; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios,
declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros”.
La
evangelización de la sociedad no es sólo una labor interna de la iglesia,
sino además “en el templo y por las casas”, o sea también externa. El apóstol
menciona la presencia de indoctos o
incrédulos dentro de ella como una posibilidad no como una
costumbre que había de invitar a los tales a las reuniones, “si entran” (v.23); la iglesia estaba también
vertida hacia afuera, hacia el mundo, no sólo hacia adentro, hacia ella misma.
Los hermanos y hermanas hablaban del evangelio a sus compañeros, sus vecinos,
sus familiares, y esto era una labor continua, diariamente. De la palabra
“indocto” conocemos la castellana “idiota”, ignorante; y de “incrédulo”, “sin
fe”.
Sí
entraban almas perdidas a los cultos, pero no era la norma porque se buscasen
para predicarles porque podían hallarlos en otros sitios y porque el
evangelismo de masa también podían hacerlo en las sinagogas y otros lugares de
reunión. La argumentación de Pablo en los vv.24,25 lleva el mismo propósito que
ya ha enfatizado, que el mensaje en la iglesia debe ser comprensible y cuando
se trata de inconversos más, porque el don de lenguas para ellos tenía ese
objetivo, que entendieran el evangelio. El Espíritu no le daba el don de
lenguas en el mismo idioma en que ellos hablaban, por lo tanto, cuando todos
los presentes hablaban una misma lengua, mejor era el don de profecía que el de
lenguas. Como puedes ver, el don de profecía en aquellos tiempos dentro de la
iglesia no se usaba como predicción futura sino para leer el pasado; “todo lo
que he hecho”, se ve que miraba hacia atrás.
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