Exégesis carcelaria
Génesis 40: 6-8
“Y José vino a ellos por la
mañana y los observó, y he aquí, estaban decaídos. Y preguntó a los oficiales
de Faraón que estaban con él bajo custodia en casa de su señor: ¿Por qué están
vuestros rostros tan tristes hoy?”.
José es un extraño
carcelero, único, no sólo se preocupa porque los presos tengan comida y
facilidades sanitarias sino que se sientan bien; les preguntó sobre su tristeza,
como un pastor o capellán para ellos. Piensa que la privación de libertad es el
único castigo que deben tener los presos sin añadirle las malas condiciones de
la cárcel. ¡Esperaba que sus presos estuvieran contentos allí! Tal vez la dura
vida que se le impone al preso sea un método de corrección y tenga sus
resultados positivos pero también los endurece. Sobre todo los presos por
motivos religiosos y políticos.
¿Cómo pueden
estar llenas las cárceles, en este siglo XXI, de presos políticos? Estos dos pensaban,
como la mayoría, que todos los sueños son mensajes que envían los dioses; y no
es así, realmente muy pocos los son, la mayoría tiene que ver con la vida
misma, con la vida psíquica y espiritual sin contener más de una revelación de
lo que somos, no alguna predicción. Pero estos sí eran mensajes de Dios. Si un
sueño trae una comunicación de Dios, sus símbolos pueden ser interpretados por
la Biblia como se interpreta en ella una visión profética o una parábola en el
NT, usando la misma clase de exégesis. Ayuda mucho consultar a comentaristas responsables que con reverencia se relacionan con los autores de los documentos bíblicos y con la mente de Dios.
Y mencionando
eso, José les dijo, “es de Dios las interpretaciones”, o lo que sería para
nosotros “es de Dios la exégesis de su revelación”. Ni más ni menos, no es adivinación
ni suposiciones sino atención estricta a cada palabra dicha, a cada símbolo expuesto;
y en eso hay que contar con el Espíritu Santo para que al intérprete lo guie a
toda verdad. Aquellos presos fueron afortunados al hallarse otro confinado que creía
en Dios y era sensible a sus preocupaciones y podía aconsejar con propiedad
referente a lo que Dios les estaba diciendo. No subas al púlpito sin conocer
exactamente la palabra suya que quieres comentar para tu prójimo y la relación que
ella tiene con la vida de ellos, que no es dejarlos contentos sino hablarles
con franqueza exegética y carcelaria,
que cada cual reciba su destino, la libertad, gracia, la prolongación de su situación,
o un desafortunado fin, justicia.
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