El Rey coronado con espinas



Marcos 15:21-41
 (Mt. 27:32-56; Luc. 23:26-49; Jn. 19:17-30)
 21 Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz.22 Y le llevaron a un lugar llamado Gólgota, que traducido es: Lugar de la Calavera. 23 Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó. 24 Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno. 25 Era la hora tercera cuando le crucificaron. 26 Y el título escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDÍOS. 27 Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su izquierda.28 Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los inicuos. 29 Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡Bah! tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas,30 sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz.31 De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciendo, se decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar. 32 El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él le injuriaban. 33 Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.34 Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? 35 Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Mirad, llama a Elías.36 Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle.37 Mas Jesús, dando una gran voz, expiró. 38 Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. 39 Y el centurión que estaba frente a él, viendo que después de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios. 40 También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé,41quienes, cuando él estaba en Galilea, le seguían y le servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.


De las torturas a que sometieron a Jesús las morales fueron superiores a las corporales, y las heridas que le hicieron en su espíritu y en su carácter sangraban más que las venas que destrozaron los clavos. Cuando se dice que su sangre nos limpia de todo pecado hay que pensar que antes que le destrozaran a latigazos su piel sus poros la dejaron salir. Todo el espacio del enjuiciamiento y de la crucifixión estuvo relleno con burlas y chistes de mal gusto, y maldiciones, que acumulaban más condena sobre su persona que las bofetadas y las salivas sucias de aquellas bestias humanadas que no espumaban siquiera sus propias vergüenzas (Jud. 1:13). El precio de nuestro perdón tiene más tantos de burlas y humillaciones en el cuerpo que de maltrato físico.

Al fin se salieron con la suya y el que querían clavar clavaron, deseaban su muerte y la obtuvieron, querían verlo colgando en una cruz y lo vieron, y fueron tantas las ansias de muerte que tenían, que siguieron la procesión hasta el monte Gólgota; y todavía como ya he dicho, las burlas continuaban, riéndose de sus sermones, extrayendo de ellos alguna parte que le pareciera ridícula, improbable y jocosa, o que hubiera servido para condenarle (v. 29); y les pedían sin fe milagros, y por sus propias bocas confesaban que él había hecho muchos (vv. 31, 32), y querían extras pero no para ellos sino para sí mismo; y no les contestó ni una palabra porque no era una oración sino injurias moviendo la cabeza, el cuerpo, y las manos con gestos obscenos y diciendo palabrotas juntas con residuos de sus predicaciones que aún quedaban en sus memorias (vv. 29-32).

Así continuaban burlándose de sus clamores, y por reírse de sus oraciones o por ignorancia del idioma hebreo cambiaban las letras de sus palabras para confeccionar un chiste y pasar un buen rato divirtiéndose en frente de sus padecimientos (vv. 34-36). Ignoraban por completo estos desmedidos, la teología de lo que allí estaba ocurriendo, que el Unigénito Hijos de Dios estaba muriendo amargamente sin querer quitarle algo a su consumado dolor, y por eso rechazó de sus labios el soporífero que quisieron darle para calmar la sed, y tragando completa la copa del juicio divino por nuestras faltas, la completa condena cumplió.

Si lo hubieran conocido hubieran recibido bendiciones con otro grupo, y postrados ante su majestad les habrían pedido mil disculpas, y golpeándose el pecho confesarían sus barbaridades ante el trono de la gracia pidiendo misericordia y perdones (Luc. 23:48). Pero el clima de burla y de desprecio permaneció durante todas esas horas que el Siervo Sufriente profetizado por Isaías iba expirando y agotando por nosotros toda sentencia y maldición.

Y las sorbió en justicia porque cuando hubo entregado su espíritu, allá lejos entre el lugar santo y el lugar santísimo dentro del templo, la cortina que separaba los dos sitios fue rasgada de arriba abajo indicando el acceso que con su muerte ya tendríamos a la presencia de Dios y que lo que había hecho, en aquel símbolo destruido, se había abierto una puerta que permitía a él, el sumo sacerdote entrar con su sangre y heridas ante la justicia divina y pagar hasta el último cuadrante por nuestra liberación espiritual (He. 9:7).

Y el Lugar de la Calavera se estremeció, negros nubarrones se presentaron delante del sol y ocultaron su faz desde las doce del día hasta las tres de la tarde, la hora en que supuestamente murió, y los que estaban abajo se estremecieron con miedo y aún el valiente centurión cambió de forma de pensar y exclamó sin importarle ofender a nadie que el que había visto morir era Hijo de Dios (v. 39), y cuando éste clamó, "Padre perdónalos porque no saben lo que hacen", este militar pudo haber sido uno de los que se beneficiara con el perdón pedido sin un nombre en particular, y entonces lo haría suyo.

Simón de Cirene (vv. 21,22) llevó una cruz impuesta hasta donde le dijeron, y la puso allí y se quedó por alrededor mirando lo que pasaba, pero él no fue colocado en ella sino el Otro, el Cansado, el que no pudo llevarla; a ese sería al que clavarían y le despojarían de su ropa dejándolo desnudo y avergonzado hasta el extremo (v. 24) delante de las mujeres piadosas que para no aumentar la vergüenza a que lo sometían, y porque no las dejarían, prefirieron quedarse lejos y que sólo de entre ellas la madre se acercara a ver al hijo así sin ropas en público (vv. 40,41; Luc. 23:49).

Y no fue el centurión el único que fue evangelizado y convertido por su testimonio y su fortaleza moral, sino que también en otro lugar donde se hace una historia más abundante, dice que uno de los ladrones impresionado también por el comportamiento del que estaba en medio de ellos dos, regañó al otro que continuaba llenando su boca con maldiciones y lamentos, y volviéndose al Señor le pidió por favor que cuando viniera en su reino en el cual ya creía, no lo olvidara, y Jesús le dijo que antes que acabara el día estarían ambos en el paraíso. Y cuando Jesús entró, como quien dice, dejó la puerta abierta para que aquel recién creyente entrara sin impedimento, siguiendo el mismo camino que su espíritu exhalado abrió. Por ella entraremos.

Y detrás de él entró Simón de Cirene, este militar que acabo de mencionar, María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé, y todos los que han muerto confiando sus espíritus y cuerpos a la muerte Suya, y el de otras muchas mujeres que han vivido después de esas y creyendo como ellas que Jesús Nazareno, coronado con espinas, es el Rey de los judíos y el Salvador del mundo (vv. 21,39-41).

Comentarios

  1. Jesucristo es digno de todo el honor!
    El es Rey de los Judíos, de los verdaderos Judíos, los que lo son en espíritu.

    El es nuestro Rey y Salvador! Alabado sea el Señor. Amén.

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  2. Tienes razón Viviana, Jesucristo merece mucho honor y gratitud.

    ¡Y pensar que hubo un tiempo que estábamos “sin Cristo, sin esperanza y sin Dios en el mundo”! Si no hay Cristo en el corazón, tampoco hay Dios allí.

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