Desaloja ese lúgubre pensamiento
Isaías 49: 14-18
“¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz,
para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca
me olvidaré de ti, he aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida;
delante de mí están siempre tus muros”. No hay palabras más bonitas para hacer
creer a Sion y darle esperanza a Israel. ¡Cuántos deseos tiene Dios que su
pueblo crea! No digas "es muy grande nuestra ruina, estamos muy dispersos,
no volveremos a ser pueblo jamás".
No te pase por la mente en ningún momento que
Dios te saque de sus recuerdos, por llamarle de alguna forma, porque él es el
eterno presente y siempre nuestros nombres, dados por él cuando fuimos elegidos
en Cristo desde la eternidad, están escritos vivamente y perennemente en su
memoria, y aquel que como dice Pablo, nos eligió desde el vientre de nuestra
madre, y desde los lugares celestiales antes que fuesen formados todos los
mundos, nunca podrá olvidarnos porque él no quiere olvidarnos, Dios se olvida
de lo que quiere, de lo que es su voluntad olvidar, y en ese caso se refiere a
los reprobados nunca a los elegidos por su gracia y por su libre voluntad en
Cristo.
Si nos tiene escritos en las palmas de su
mano donde nos encontramos todos nosotros organizados dentro de su providencia,
ella estará actuando, dirigida por la mano de Dios en todos nuestros
quehaceres, alegrías o sinsabores, ocurra lo que ocurra, se entienda o no se
entienda lo que pase, la suerte no tendrá lugar en nuestro destino porque Dios
no se ha olvidado de nosotros, ya que formamos parte de su carne, de su sangre,
de su tejido, de su cuerpo, y como él no puede olvidarse de sí mismo tampoco se
olvidará de nosotros que somos "participantes de la naturaleza
divina".
Desaloja pues, alma mía, el lúgubre pensamiento que pasó rozando
tu entendimiento, de que Aquel que te fabricó conforme a su imagen y semejanza
pueda relegarte al olvido, eso jamás ocurrirá. Supuestamente el amor más
grande en este mundo después del divino es el de los padres, pero como hay
excepciones y si cupiera la posibilidad de que alguna madre o algún padre se
olvide de sus hijos y los abandonare, eso no podrá ocurrir con Dios cuyo amor es
superior al humano y perfecto (Lam. 4:3). Y esas son sus palabras. Estar esculpidos en las manos de Dios es
estar más seguros que en el vientre de la madre.
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