Dios en la Copa de Fútbol

He oído decir que “en el fútbol (soccer) no hay nada escrito” y que todo es imprevisible. Los expertos deducen quién podrá ganar y quién podrá perder pero seguro nadie puede estar. Pudiera haber sorpresas y un equipo con las piernas cortas contra otro que las tiene largas, el pequeño se pudiera llevar la victoria. Tal vez son más rápidos y cuentan con un exigente entrenador.

Con todo, a veces se equivocan de plano y los pronósticos caen en tierra como toda palabra humana, y quien brilló con luz propia en pasados campeonatos ahora “la suerte” no le acompaña y no pone una.

Los buenos jugadores, aunque tengan buenos entrenadores, nacen, crecen y se desarrollan. Han nacido con una pelota en los pies. Hay una disposición natural que no se puede ignorar. Y quien da dones a los hombres, sin discusión alguna, es Dios (Efesios 4: 8), no sólo espirituales sino físicos. Si el Señor quiere que alguien juegue baloncesto, añadirá a su estatura un codo (Mateo 6: 27) y lo hará crecer como a Saúl sobre todos, de los hombros hacia arriba. El mapa genético lo diseña el inteligente Jehová.

Dios hizo a Azael de pies ligeros como la gacela y corría como una flecha, no así Joab ni Abisai (2 Sa. 2: 18). Hubiera sido un buen negocio que un equipo lo comprara para llevarlo a Sur África y dárselo al equipo de Costa Rica o Argentina. El hombre de la mano seca, por ejemplo, como portero en fútbol no vale un estatero y nadie lo quiere. Si el Señor quiere que Eneas juegue al soccer no se accidenta y se vuelve paralítico ocho años. Bartimeo no nació para ser pintor. Si Dios da los dones crea los campeones.

Por otra parte a un juego de soccer no lo rige la suerte sino la providencia. Y si ni un solo pájaro se cae al suelo sin que Dios lo consienta (Mateo 10: 29) ¿un jugador de fútbol no? Si Dios quiere que alguien se caiga, lo empujan o le ponen un traspié. Y así anula con tarjeta roja a un peligroso rival. Lo bíblico es que los que compiten lo hagan como dice Pablo, “legítimamente” (2 Timoteo 2: 5). Y si desea que alguien meta un gol tal parece que la pelota lo sigue hasta donde corrió porque Dios le dijo “ponte allí”. Si Dios quiere que las vacas filisteas tomen el camino de Bethsemes, no se apartan ni a un lado ni a otro (1 Samuel 6: 12). ¿No es más fácil hacer correr a un jugador de fútbol a una posición que a una vaca?

Entonces tenemos que pensar que si un jugador de soccer mete un gol, con la cabeza, con un pie, de frente o de espalda, es porque Dios lo ayudó y hace bien en mirar hacia arriba y darle gloria. No creo que es suerte, querido fan sino en la providencia divina. No obstante como no soy futbolista ni hijo de futbolista sino que recojo higos silvestres, y he hablado con atrevimiento, recomiendo a cada jugador que diga a su equipo como dijo Joab a su ejército, “esforcémonos por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios; y haga Jehová lo que bien le pareciere (2 Samuel 10: 12). Y si no están de acuerdo conmigo los que conocen más de fútbol que yo, lo siento, no puedo ser arminiano, y mirando la Copa Mundial sigo siendo calvinista. Y si usted, como todo el mundo, la ve sin pensar que es una cosa o la otra, la disfruta mejor.