Presciencia y Predestinación es lo mismo
1 Pedro 1: 1-2
“Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo”.
He oído explicar este versículo diciendo que como Dios lo conoce todo de antemano, supo antes de hacer el mundo quiénes habrían de aceptar a Cristo cuando oyeran de él. Como aprendí prudencia con los hermanos bereanos, veamos qué quieren decir con eso, y juzgue si usted está de acuerdo.
Con eso están queriendo decir que Dios previó esa decisión y como daba por seguro la aceptación de Cristo, entonces los eligió. Y significa que hay millones cuya salvación todavía está pendiente a que nazcan y se decidan, en un momento o en otro. Así el hombre es libre para decir que sí o que no, él es quien escoge a Dios y no Dios a él. De ese modo predican un dios supuestamente más justo que el de los calvinistas.
Sin embargo, si Dios previó que fulano habría de creer cuando se le predicara, el inicio y desarrollo de la salvación es del hombre y no de Dios. Redúzcalo a lo absurdo y compárelo con la Biblia y vea si es posible aceptar esa explicación. Si Dios sabía que lo habrían de aceptar, es por “el beneplácito de la voluntad humana”. La Biblia dice lo opuesto (Efe. 1: 5). No es por el “beneplácito que Dios se había propuesto en sí mismo” sino en el beneplácito de un pecador (Efe. 1:9).
Quiere decir que no somos engendrados por la voluntad divina para ser nuevas criaturas, como dice Santiago 1: 18, sino por la voluntad de un pecador que por su libre albedrío abre la puerta a Dios o se la cierra. En ese caso cuando el hombre tiene la última palabra, si se hace cristiano o no se hace, la voluntad de Dios está sujeta a la del hombre que lo puede mantener llamando a su puerta años y años sin abrirle. Y pudiera gritarle desde adentro sin abrirle, “¡ahora no, yo te aviso!”; y Dios se retira triste y lloroso diciendo, “no quiso, no quiso, no me echen a mí la culpa”. ¡Absurdo! O sea, somos tan libres como Adán antes de su caída y Cristo no tiene con su verdad que hacernos libres porque nosotros tenemos la nuestra (Juan 8: 32, 36). Sin el permiso del hombre, que es soberano, Dios no hace nada a su favor.
Después que el hombre le ha dado el sí a Dios (cuando le de la gana), éste entra y se pone a trabajar. Eso implica que es el pecador quien dirige todo el proceso de salvación incluyendo su santificación. ¿No es eso una barbaridad? Si es el pecador quien deja entrar a Dios cuando le parece, él es el supervisor y no Dios, y le puede dar órdenes al Señor diciéndole, “quita esto, pon aquello, no me quites toda mi lujuria y déjame algunos gustos carnales, no me limpies de concupiscencia mis ojos, déjame mirar el vino cuando rojea, no me quites todo el amor que tengo al mundo, déjame hacer un poco la voluntad de mis pensamientos, no me mates el yo porque pierdo la autoestima, reconoce que tengo algo bueno, no dejes que mi conciencia me reproche tanto”. Así el hombre que por su libre albedrío determina si dice que sí o no es el mandamás en su salvación. Y Dios, según la explicación que le dan al texto, obediente dentro del hombre va salvándolo como el corazón humano le dicta, y lo convierte en la clase de cristiano que le gusta. ¿Cristiano? O sea, Dios, tres veces santo, es castigado a vivir con los pecados favoritos de ese sinvergüenza. Esa es la lógica consecuencia de poner al pecador en el volante de su viaje, al infierno.
Y esa es la teología adversa a mil y un textos de las Sagradas Escrituras que imagina un pobre diosito sujeto a un hombre soberano. Y así llenos de contradicciones hablan de salvación por gracia, de fe como un don de Dios, de un arrepentimiento antes de recibir el Espíritu Santo y de una decisión que se toma sin nuevo nacimiento. ¡Pamplinas! Todo eso son mentiras. El texto escrito por Pedro dice, “elegidos según la presciencia de Dios”. Presciencia es “prognosin” en gr., y significa tener un “pre-conocimiento” de algo. Dios nos conoció de antemano para salvarnos él y la gloria es para quien “está sentado en el trono y para el Cordero”, no para ese gusano humanado, y cualquiera que sepa un poco de griego conoce que presciencia es más o menos lo mismo que predestinación.
Me adhiero a sus palabras con un rotundo ¡AMÉN!
ResponderEliminarDios abre nuestros ojos como lo hizo con el ciego, ya que un ciego no puede abrir sus propios ojos. Dios nos resucitó como a Lázaro, ya que un muerto no puede resucitarse a sí mismo. Dios nos liberó del pecado, cosa que nunca hubiésemos hecho nosotros mismos, porque amábamos el pecado y lo bebíamos como agua.
Entonces, ¿el hombre decide salvarse? ¡Absurdo! es una necesdad pensar así.
Dios salva, la salvación es de Jehová, y aquel que no lo entiende, y enseña que la salvación depende del "libre albedrío" del hombres, es porque no le ha amanecido. Además, no le llamaría "Libre albedrío" prefiero llamarle "Esclavo albedrío", porque el hombre siempre hará lo que es propio de su naturaleza.
Gracias por estos textos pastor, aumenta mi celo y mi amor por la doctrina bíblica de la soberana elección de Dios.
Una abrazo
Claro pastor,para Dios no existe el futuro como lo ve el ser humano,para Dios todas las cosas estan presentes y manifiestas delante de El. Imaginese a Dios esperando que Maria en su libre albedrio le diera permiso al Espiritu Santo para ser engendrada. Espero que Dios ilumine a estos hermanos arminianos y puedan entender lo que es la soberania absoluta de Dios. Hno. Mejias
ResponderEliminarTienes razón AR, nacemos esclavos del pecado, sin ojos ni corazón para Dios; la única libertad que tenemos es para desear hacer lo malo. Dios es soberano y reina. Saludos.
ResponderEliminarHermano Mejías, es exacta la ilustración de María y viene muy al caso. Hagamos lo que podamos; ojalá muchos pastores conozcan esa doctrina, ellos son los responsables de que las iglesias sean arminianas.
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