Atuendo anacrónico
“En aquellos días llegó Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, diciendo: [2] Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. [3] Porque este es aquel a quien se refirió el profeta Isaías, diciendo:
Voz del que clama en el desierto:
"Preparad el camino del Señor,
haced derechas sus sendas."
[4] Y él, Juan, tenía un vestido de pelo de camello y un cinto de cuero a la cintura; y su comida era de langostas y miel silvestre. [5] Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región alrededor del Jordán; [6] y confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán”.
Juan personalmente no era un personaje atractivo de esos que el mundo llamaría populares. Su forma de vestir era anacrónica y su modo chocante. Su comida tampoco era agradable. Mientras le miraban al hablar tenían que concentrarse en el mensaje para no distraerse con el atuendo. Sus prosélitos no lo eran de su personalidad sino de su predicación, de su teología. No es la corbata de un predicador la que convierte los corazones, ni el celeste de su traje, ni sus zapatos brillosos y su púlpito de cristal, sus gritos o sus excentricidades. No es su cinto de cuero ni su sobretodo de piel de camello. Los pecadores que nos oyen van al cielo o al infierno sólo por nuestra predicación, porque para unos somos olor de vida para vida y para otros, olor de muerte para muerte.
Entiéndanme que no estoy recomendando el desaseo y el desaliño de algunos predicadores porque el predicador del desierto daba un mensaje con su ropa. Se vestía así para no contemporizar y más bien como un desafío a sus oidores. Ellos vivían suntuosamente, en lujos y avaricias, y Juan lo hacía de un modo contrario. Los exhortaba con sus ropas a ser moderados y frugales. Juan hizo de su vida por Dios, hasta la moda que escogió para vestirse, una condena a los vicios de la sociedad y para ello, porque era un profeta, la eligió en conformidad con la Escritura, y Jesús dio testimonio de él diciéndole al público que no usaba vestiduras delicadas como los reyes (Luc. 7: 25).
Si esto hoy no tiene ningún impacto social, pienso que la vestimenta espiritual de los ministros y su atuendo teológico anacrónico, viejo y puritano, sería sumamente provechoso. En cuestiones teológicas y de práctica de la fe, es mejor vestirse a la moda de Elías o de Isaías y Miqueas o de Malaquías y los apóstoles, aunque caigamos pesados a los liberales y a los que no quieren ser salvos.
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