No lo abortes, tenlo

Oseas 4: 10
“Fornicarán más no se multiplicarán”

Aquí se habla como de un castigo que no nazcan hijos de esa clase de relación. Un hijo tenido así es un perenne recuerdo del pecado de sus padres. De todos modos es otra cosa la que quiero decir.
Aun un hijo nacido de fornicación es una bendición de Dios; comoquiera que venga, queriéndolo o no, un hijo de prostitución o de una violación. Los hijos son dones de Dios y deben recibirse con los brazos abiertos y no con lamento, aunque no traiga un pan debajo del brazo. El hijo en sí es algo bueno no la forma en que ha llegado al mundo. Quizás de una persona que no quisiera que fuera su padre. Que bien pensado nunca lo hubiera escogido para ese papel. El pecado es la fornicación no el hijo.
Es cierto que una niña de doce años embarazada, da pena, y será como una niña dándole a mamar a otra niña, y es verdad que es demasiado pronto, pero si una criatura tan joven sale en cinta, que no aborte.
Es la cultura y no la palabra de Dios la que hace mirar a un hijo nacido de ese modo como un estigma. Aunque ya ese sentimiento casi se ha extinguido hasta el punto que hay madres que prefieren serlo sin casarse. Un hijo mal tenido puede llegar a ser una gran persona como lo fueron Fares y Zara que llegaron a pertenecer a la genealogía del Mesías, Jesucristo (Ge. 38:24-30; Mt.1:3); y el gran juez Jefté galaadita que libró de sus enemigos a Israel muchas veces (Jue. 11:1).
Por supuesto que esto no lo digo para disminuir una ofensa contra Dios. Es humanamente injustificable y por todas partes que se mire, un cruel homicidio. Es el fariseísmo y la hipocresía los que han hecho que se considere a un hijo ilegítimo como algo aborrecible. La sonrisa y la voz de un niño compensa todas las amarguras que se hayan sufrido, aunque nazca de una madre aborrecida (Dt. 21: 15-17). El aborto no limpia ni tapa un pecado de fornicación, ni borra la memoria de una violación. Pero Dios perdona y el niño o la niña ayudan. No lo abortes, tenlo.

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