Consideraciones para no divorciarse

Exposición 37

 1 Corintios 7: 13-16
 “Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer; y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos. Pero sin el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios. Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?”

Un llamado a ser razonables

1.  Aceptando la nueva realidad. Lo que a continuación sigue es una exposición más o menos amplia sobre la problemática de los matrimonios mixtos (en este caso entre paganos y cristianos) es decir de aquellos que se vuelven mixtos después de casados cuando uno de los cónyuges se convierte a Cristo. El hogar es invadido por nuevas realidades, cambios, económicos, de casas, de trabajo, marcha o pérdida de alguno de sus miembros. La entrada a la fe de uno de ellos es una nueva realidad que hay que examinar. Generalmente cuando la fe es profunda conmociona la familia hasta sus mismos cimientos. El tenor general de las palabras es un ¡no al divorcio!, no a la separación; y su primera apelación es al consentimiento de ambos, el común acuerdo en aceptar la nueva realidad espiritual sin que ella haga abortar la unión, “si algún hermano tiene mujer que no sea creyente y ella...consiente, si una mujer tiene marido y...él consiente…” (vv. 12-13).

2. Razonabilidad. La palabra “consiente” es una forma de syneidésis, conciencia, que implica un juicio, valoración de una situación en especial con relación al pasado. De todo esto podemos inferir que con la aparición de la nueva fe al seno del hogar, ambos tienen que ser razonables; pensar en los años que ya han vivido juntos, las cosas que han logrado en común, el amor que se han tenido.
Si se muestran razonables, pueden tomar un acuerdo para que la presencia de la fe no los separe sino que los una; no obstante existe la posibilidad de que uno de los dos no consienta, no quiera vivir con un cristiano (v.15), “pero si el incrédulo se separa, sepárese”. Pero eso no es una solución, mira la brevedad del versículo, es como una resignación; una última salida a la fidelidad espiritual, disolver el matrimonio antes que renunciar a Cristo. Aunque la posibilidad de abandono de la fe ni siquiera se sugiere sino mas bien para no continuar con el caos que ha invadido la familia, (la espada, el fuego, de que habló el Señor (Mt. 10:34-38), que sugiere la palabra “a paz nos llamó Dios” (v.15).

Consideraciones espirituales

Dentro de las razonables consideraciones que menciona para no romper el hogar se halla el bien espiritual que obtendrán, la mujer creyente santifica a su marido incrédulo y el marido creyente santifica a la mujer incrédula, “porque el marido incrédulo es santificado...” (v.14). No se puede tomar la palabra “santificado” como un proceso interno de purificación; por lo menos en sentido absoluto.
(1) Sí es cierto que la influencia espiritual del creyente sobre el incrédulo le trae muchos beneficios porque en algo lo moraliza, lo eleva, le quita algunas prácticas pecaminosas y  le aclara los conceptos del bien y del mal. También actúa de modo superior, le separa de los ídolos, se vuelve más humano. A eso Pablo llama santificación, y de cierto lo es porque el Espíritu Santo, a través de la influencia cristiana, aunque no lo haya regenerado le beneficia moralmente. En ese mismo sentido tomo lo que se refiere a los hijos cuando dice de ellas que “son santos” (v.14). No que los niños se salven por tener una madre o un padre ahora creyente, sino que pasa lo mismo, como vienen a ser educados en la exhortación y amonestación del Señor, habiendo conocido la Escritura, como Timoteo, reciben innumerables beneficios por ese nuevo contacto; como el oro con el altar (Mt. 23:17,19).

(2) Evangelismo en el hogar. Ahora bien, creo que en la mente del apóstol está la idea de la salvación de la familia porque inmediatamente (v.16) dice: “Porque…¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si harás salva a tu mujer?”. El v.15 como ya dije, es un mero paréntesis de concesión; el “porque” del v.16 está unido al v.14. Si el esposo, “santificado” por la mujer tiene que ser salvo, o puede llegar a salvarse, “santo” no tiene una implicación soteriológica; la está usando en el sentido de un avance espiritual que irá haciendo propicio, paso a paso, la conversión del cónyuge y los hijos.
Una razón fuerte, espiritual, por supuesto, para no disolver el hogar es la salvación de los incrédulos; si un marido incrédulo pierde la influencia bienhechora de su mujer de años y esto porque no la aceptó como cristiana, ¿quién podrá luego convencerlo de que acepte a Cristo? ¿Qué argumento podrá presentarse a favor de una fe que destruyó su familia? Algunas veces los esposos se separan pero no por materia de fe y ni siquiera toman en consideración lo que pasará espiritualmente al otro, o a los hijos, una vez que cada uno se marche. ¿No vale la pena que el amor, todo lo soporte, por tal de que se salven los escogidos?
Incluido en estos razonamientos se encuentra que la familia es el primer campo misionero que tenemos; nuestro evangelismo tiene que comenzar con los que Dios ha puesto a nuestro mismo lado. Si esa idea siempre permanece en los creyentes, estoy seguro que el interés espiritual que se muestren los unos por los otros hará que el clima y las relaciones humanas tengan la más alta calidad, y sean totalmente aprobadas por Dios. Es bueno que el esposo se pregunte: “¿Qué podré hacer para salvar a mi mujer, cómo podré influir espiritualmente para edificarla en el Señor?”.

(3) La medida del éxito. Pablo no asegura afirmativamente que si el matrimonio se mantiene ella lo hará salvo y viceversa, sino que “quizá” o “¿qué sabes?”. Es una pregunta que les hace porque a menudo cuando deciden separarse es porque uno se ha dicho: “No cambiará nunca y todo sacrificio será por gusto”, pierde toda esperanza de que la paz a que lo llamó Dios, retorne. Hay pesimismo espiritual y desánimo; y eso es lo que él trata de arreglar comunicándole que existe la posibilidad de que se convierta, porque nadie sabe el futuro. Esa “posibilidad” es suficiente para sacrificar mucho, incluso la felicidad matrimonial. Es Dios quien salva al marido incrédulo o a la mujer incrédula, en última instancia no su influencia cristiana, no el buen testimonio; por valiosos y necesarios que sean.

Comentarios

  1. En ese mismo sentido tomo lo que se refiere a los hijos cuando dice de ellas que “son santos” (v.14). No que los niños se salven por tener una madre o un padre ahora creyente, sino que pasa lo mismo, como vienen a ser educados en la exhortación y amonestación del Señor, habiendo conocido la Escritura, como Timoteo, reciben innumerables beneficios por ese nuevo contacto

    Hmm, nadie es profeta en su tierra, lo será en su hogar?

    Gracias por su respuesta hermanito!

    :]

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  2. A veces, hermanito Renton (gracias por el diminutivo), uno tiene éxito con la familia, a veces no, todo es por gracia y todo por misericordia. He visto la doctrina de la elección funcionando a rajatabla en ese grupo llamado familia. Es un milagro que teniendo tantos defectos como padres cristianos nuestros hijos nos amen y amen al Señor. Abrazos.

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  3. Saludos hermano:

    Me encuentro bien gracias al Señor. Yo soy del norte, aquí el terremoto fue grado 3, pero no ocurrió nada, el daño más grave fue en la zona central grado 8.8

    Gracias por su preocupación.
    Dios le guarde y ke guíe.

    Saludos y un abrazo.

    Flavio Miranda

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  4. Qué bueno hermano Flavio que estás bien. Dios ayude a tu valeroso pueblo. Saludos,

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  5. GRACIAS POR ESTa Palabra, aunque mi esposo halla sido infiel o sea infiel y yo sea creyente... no debo separarme???

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  6. Tiene motivo para separarse, pero si se arrepiente, y usted lo ama, pueden seguir juntos. Si continúa rompiendo el pacto matrimonial y anda con otras, tiene usted su derecho, si quiere usar ese derecho por serle incorregiblemente infiel, a abandonarlo.

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