En el Fondo de Dios: La misericordia
“¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. Cumplirás la verdad a Jacob, y a Abraham la misericordia, que juraste a nuestros padres desde tiempos antiguos” (Miqueas 7:18-20).
Si esa promesa es para todo un pueblo ¿no lo será para dos, tú y yo? ¿Qué Dios como el nuestro que ahoga nuestro pecado en el mar? ¿Y que lo olvida? Nuestro pecado no puede invalidar perpetuamente las promesas y el pacto de Dios. El Señor está con nosotros, la historia continuará, seguirá con su propósito, no se saciará en su justicia porque se deleita en ser misericordioso. Saldremos de esta situación, pasaremos adelante, nos reuniremos, comenzaremos, no desapareceremos porque los atributos de Dios y las características de su persona no nos dejarán desaparecer. Porque si se pudiera tocar fondo dentro de los atributos divinos, me atrevería a decir que lo último que existe en Dios, en lo profundo de su corazón no es justicia sino misericordia y los escogidos que saben eso se esfuerzan en entrar hasta ella, aunque pasen bajo sus amenazas, maldiciones y castigos porque ninguna de ellas es exterminadora y al fin hay perdón. No hay ninguna razón para persistir en lo malo, indiferentes o independientes para ser malos, en ser libres para ser malos, no tiene sentido ser rebeldes, ateos, blasfemos y mentirosos, adúlteros, incrédulos, frente a un Dios eterno, seguro, bueno, perfecto y misericordioso, alumbrado por esperanza; abierto a todas las oportunidades y dispuesto a ahogar nuestra vida pasada. Es la cosa más extraña e insólita del mundo decirle que no a ese Dios, ignorarlo para ser lo que somos, lo que queremos y no lo que debemos ser. Miqueas no habla de Cristo porque es un paso extra que Dios ha dado, para hacer más amplia la antigua esperanza; más clara la oportunidad, más perfecto el perdón, poniendo ante nuestros ojos la consumación de su justicia y la amplitud total de su amor en su cruz, amén.
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