El propósito de Dios con una vida es un secreto

ECLESIASTES 3:11
“Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.”.

Lo que escribió el predicador no se sabe seguro si se refiere a la obra de Dios en la creación o la obra de Dios que es hermosa en su providencia. Para no equivocarme y como no lo veo claro tomo los dos sentidos, la obra de Dios que contemplan los hombres es hermosa, sea la creación como las gracias excepcionales que él muestra (2: 24; Job 36: 24), y la obra de Dios en la vida propia y su desarrollo que no se puede mirar hasta el fin mientras éste no llegue (11: 5).

Es un texto extraño, en el hebreo no existe una palabra para “mundo” y lo que más se aproxima es “los cielos y la tierra” (International Standar Bible Encyclopedia), y aquí la primera traducción en vez de eternidad que es de las posibles últimas, debiera ser “edad” “mundo” o escondida. Y aun fuera de sus cabales (de la mente). Querer traducir “eternidad” para decir que le ha puesto un alma inmortal es llevar el texto a su último significado y el sentido de lo que después sigue aspira a otra cosa.
La versión latina incluye la palabra “mundo” en la traducción, pero su significado correcto es algo oculto, escondido; así pienso que lo que querría decir sería enigma, porque la vida es enigmática, el propósito de Dios con una vida es un secreto que está oculto para el hombre mismo, y éste percibe sólo algo de ello cuando sus días avanzan y se desarrolla. Nadie puede entender su vida completa sino hasta que se le acaba (“hasta el fin”); mientras uno vive se pregunta ¿por dónde me lleva Dios?, porque grandes tramos de ella son incomprensibles. Por lo tanto, es sabio acomodarla a lo que creemos que es la voluntad de Dios y seguir nuestra vocación con sus divinos impulsos e insinuaciones. Y ¡hay quienes piden a los ingenuos que vivan “una vida con propósito”! como si hallarlo fuera tan fácil como cantar y coser. El propósito que Dios tuvo con nuestra vida lo sabremos cuando estemos en gloria. Lo que sí conocemos es “la vocación con que fuimos llamados” (Efe. 4:1,4).
Y en último lugar, la traducción, demencia, es aceptable porque la comprensión de la vida nos vuelve locos, Dios ha enloquecido la sabiduría de los más sabios (1Co.1:20), y no obstante en esa locura incomprensible hay sentido y él sí sabe el propósito. Nos queda el recurso de fe de confiarnos completamente a la providencia de Dios porque por nosotros murió Cristo y somos sus hijos. Las otras traducciones nos harían buscar la esperanza de gloria, la vida que va desvaneciéndose y se precipitará en la eternidad. El propósito de Dios para cada año es que hagamos su voluntad en cada momento, y lo mejor que podamos, disfrutándolo a él y a todo lo que nos dio en estos casi 365 días idos.

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