La familia de Jesús no se convirtió de hoy para mañana
JUAN 7:1-10
“Después de
estas cosas, andaba Jesús en Galilea; pues no quería andar en Judea, porque los
judíos procuraban matarle. 2 Estaba cerca la fiesta de los
judíos, la de los tabernáculos; 3 y le dijeron sus hermanos:
Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que
haces. 4 Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo
en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo. 5 Porque
ni aun sus hermanos creían en él. 6 Entonces Jesús les dijo: Mi
tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto. 7 No
puede el mundo aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo
testifico de él, que sus obras son malas. 8 Subid vosotros a la
fiesta; yo no subo todavía a esa fiesta, porque mi tiempo aún no se ha cumplido.
9 Y habiéndoles dicho esto, se quedó en Galilea. 10 Pero
después que sus hermanos habían subido, entonces él también subió a la fiesta,
no abiertamente, sino como en secreto”.
Primero, la fe no nace naturalmente en la familia más
santa, sino que es un don de Dios. Lo más llamativo de este pasaje sobre la
fiesta donde se celebraban los 40 años en el desierto, es la incredulidad de
los hermanos de Jesús, que no necesariamente tienen que ser hijos de María
porque la palabra se usa en sentido más amplio, hasta primos, y a veces
figurado. Pero el caso es que la familia
no lo acompañaba en la fe y no daba crédito a su repentina revelación como
maestro y con discípulos. Eso demuestra que la fe es una obra del Espíritu
Santo y no del hombre, no es hereditaria y llega de Dios a cada cual y de modo
individual. Este es un ejemplo excelente donde padre y madre santos no pueden
inculcar la fe en la mayoría de sus hijos. Jesús conoció la incredulidad de sus
hermanos y separó su misión de la incredulidad de ellos cuando les dijo que
subieran a la fiesta con la caravana (Luc. 2: 44), que él no lo haría
públicamente porque a ellos no los odiaban, pero a él sí (v. 10). Se ve la
soberanía de Dios en otorgar el privilegio de la fe al decidir él cuándo habrá
de darla. Estos hermanos parece que siguieron incrédulos por mucho tiempo (Mt.
12: 49) hasta después de su resurrección y ascensión (Hch. 1: 14). Los padres
cristianos debemos saber eso para no cesar de rogar a Dios por nuestros hijos
porque nuestro buen ejemplo no es suficiente. Aquí ya habían pasado dos años y
sólo quedaba la fiesta de la Pascua donde Jesús es entregado. Entonces no es
extraño que nuestra familia se demore en creer lo que hemos creído y tal vez no
lleguen a convertirse en cristianos sino después de nuestra muerte.
En segundo lugar, si el
contexto actual es similar al de aquel entonces, para salvar al mundo los sermones tienen que tener el contenido
de los de Jesús. Y el cumplimiento de “la Gran Comisión” y ganar el mundo,
debiera postergarse hasta que haya una reforma espiritual y moral dentro de la
iglesia. La iglesia pasa mucho trabajo para hacer un solo discípulo como los
fariseos para hacer un prosélito porque la situación de ambos es similar. Una
gran desgracia en el día de hoy son los predicadores, por lo menos una clase de
ellos. Cuando Jesús dice que el mundo lo odia piensa particularmente en los
fariseos, la más poderosa secta religiosa de su país y en los líderes de ella.
El Señor despertó el odio
de ellos, según sus palabras no exactamente porque les criticaran sus doctrinas
sino por el tema de sus sermones, porque
denunciaba sus malas obras (v. 7); la hipocresía (Mt. 23: 13) mercantilización
de la religión (Mt. 23: 14; Mr. 12: 40) proselitismo sin poder y no evangelismo
(Mt. 23: 15), falsos creyentes (Mt. 23: 23) las apariencias (23: 25) muertos
espiritualmente (Mt. 23: 27); y les habló del infierno (Mt. 23: 33).
Esas cosas dentro de la
religión le hacen daño cuando la gente por lo que ve no puede creer lo que oye,
por la duplicidad de vida de los profesantes. Ninguna persona que se considere
honesta se deja impresionar por las palabras de otra que finge religión, al
contrario, siente repulsión hacia ambos. Hoy como ayer existe de modo lucrativo
el negocio de la religión y con “pretextos” se negocia con ella y se predica,
se imprimen libros y se pide cooperación como benefactores de niños pobres, con
la astucia de recoger todo el dinero posible que va directo a sus bolsillos.
Detrás de ese interés económico se halla el descuido de los líderes por la vida
ejemplar de los creyentes y los instruyen sólo en las apariencias, en mostrar
una imagen desconectada de la realidad de la vida.
Tapan bien dentro de sus
corazones con la imagen la pudrición moral que aman. Y los mayores pervertidos
de todos, los más culpables ante Dios por no refrenar al pueblo en sus pecados
son sus predicadores que por hacerse populares y por beneficio propio se muestran
de la vista gorda y miran para otro lado sin mencionar nada sobre la condenación
del infierno. Ese es un tema tabú. Hablan de otros asuntos de la Escritura,
pero ése lo omiten como si no existiera. Jesús no cambió su mensaje para darse
a conocer de otro modo porque dijo “gloria de los hombres no recibo”, ni
siquiera por ganar a su familia. Sin esos desagradables mensajes para el mundo,
no puedo explicarme cómo podrán ganarlo. Es una buena estrategia hacia los
países musulmanes y otros donde los cristianos son perseguidos, encarcelados y
muertos, que se haga lo mismo que Jesús hizo con Judea, entrar allí secreta y
santamente, viviendo dulcemente la fe,
y predicar discretamente las doctrinas de la salvación, hasta que se pueda. Y
yendo al principio, la familia de Jesús no se convirtió de hoy para mañana.
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