Las plazas de sirvientes
MARCOS 10:32-45; Mt. 20:20-28
32
Iban por el camino subiendo a Jerusalén; y Jesús iba delante, y ellos se
asombraron, y le seguían con miedo. Entonces volviendo a tomar a los doce
aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer: 33
He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los
principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le
entregarán a los gentiles; 34 y le escarnecerán, le azotarán, y
escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día resucitará. 35
Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro,
querríamos que nos hagas lo que pidiéremos. 36 Él les dijo: ¿Qué
queréis que os haga? 37 Ellos
le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el
otro a tu izquierda. 38 Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que
pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con
que yo soy bautizado? 39 Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A
la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy
bautizado, seréis bautizados; 40 pero el sentaros a mi derecha y a
mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado. 41
Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse contra Jacobo y contra Juan. 42
Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por
gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre
ellas potestad. 43 Pero no será así entre vosotros, sino
que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, 44
y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. 45
Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para
dar su vida en rescate por muchos.
Es
cierto que el NT fue escrito dentro de un siglo de hostilidades anti
cristianas, que en su fondo social se encuentran las persecuciones, y que la
Palabra de Dios es dada para esos nacientes momentos difíciles. Fue el momento
apropiado para que el evangelio fuera oído en el mundo y visto de los ángeles.
En estos posteriores veintiún siglos más o menos en todas partes, el fondo de
inconformidad con las doctrinas del
evangelio y con la figura de Cristo
ha permanecido, y esto ha hecho que el mensaje siempre sea vigente. Como ya he mencionado
el marco donde se dibuja la cuna del cristianismo está erizado de peligros, y
la confesión de Cristo y de su doctrina
(v. 29) se convierte en un reto.
Por
otra parte, estos primeros líderes escogidos por el Señor no parecen asustados
cuando se les menciona en lo que se estaban metiendo, a donde Dios los estaba
conduciendo. Aunque el Señor les insistía una y otra vez lo que a él le habría
de ocurrir y que ellos no esperaran una mejor suerte, tomaban algunas cosillas
de la que el Maestro les decía, que a ellos les gustaba, y en eso reflexionaban
poniendo a un lado todo aquello que les pareciera increíble que pudiera ocurrir
a una Persona tan amable y buena y con un mensaje de amor para el mundo.
Semejante Persona y mensajes de ningún modo podrían encontrar hostilidad, y
ellos imaginaban que estaban entrando a una carrera donde todo sería color de
rosa y bonito.
Nuestro
Señor una y otra vez les dice que están equivocados que no podían en ninguna
manera pensar que no se encontrarían con grandes obstáculos, con grandes
contratiempos, y sacrificios innumerables. La vecindad del reino de Dios
proclamada por Jesús era entendida por ellos de un modo más político que
espiritual. Y aquellos doce pescadores se ofrecían para ser los directores del
nuevo gobierno mundial del Mesías; ambiciones que nacían en sus corazones y que
desde la boca de Jesús no encontraban ningún fundamento. Se imaginaban que
habían dejado las redes para pronto ser servidos.
Todo
este texto que incluye la conversación con el joven rico, después el anuncio de
la muerte de Jesús, y la petición de Santiago y de Juan que termina en el v. 45,
tiene un mismo trasfondo de testimonio y peligro. Pero eso no fue lo que
sintieron los discípulos, sino que entusiasmados con el tema del reino de
Cristo y las inmensas recompensas
compartidas, disfrutadas, pero
colectivas que tendría (10:29-30). Jesús les está hablando acerca de
"persecuciones" (v. 30) y lo que está dando a entender es la enorme
riqueza de apoyo fraternal que recibirían en cualquier región a donde fueran
expulsados. Es decir, les está prometiendo una providencia sonriente en medio
de emigraciones forzadas. No les dijo literalmente que se harían ricos en los
negocios de terrenos y casas sino que no serían abandonados, porque manos
amigas y techos ajenos se extenderían hacia ellos para darles refugio y consuelo.
Y eso no sería todo pues como lo habían sacrificado por causa de él y del
evangelio (v. 29), el Señor se sentía comprometido con ellos no dejándolos
solos y sin nada.
Sin
embargo, no sé exactamente cómo, pero al menos Santiago y Juan se hicieron idea
que ya al reino de Cristo le faltaba poco y ellos querían ser personas
importantes en ese reinado, tan importantes como para ocupar dos tronos juntos
al suyo (vv. 35-37). En otro evangelio se dice que trajeron a la madre para que
ella fuera la que intercediera ante Jesús. Los discípulos se veían ya coronados
y como ejecutivos, dentro de un reinado evangélico terrenal, algo así como un
Milenio escatológico. Quizás el anuncio de Jesús de su muerte (vv. 32-34)
debiera ser organizado después del v. 45 para bajarle los humos y cortarles las
alas de las ambiciones a este grupito que estaba haciéndose ideas raras de
tomar un reino sin haber trabajado y sufrido ni una sola persecución (v. 30).
Jesús
no tiene ningún miedo en conocer su
futuro, y estaba seguro de lo que les estaba diciendo, preparándolos para
esos momentos trágicos, y demostrándoles que aunque lo viera todo tan claro
como si lo tuviera dibujado delante de sus ojos, recibiendo azotes,
escarnecimientos y escupidas, no se deprime ni cambia su rumbo sino que se
adentra en ese porvenir sin miedo, sabiendo que cumple así la voluntad de Dios,
y como bien les dijo a ellos que los tronos en el reino ya tenían nombre (v.
40), lo que podría ofrecerles de antemano era sufrir lo mismo que él, beberse
la misma experiencia y sumergirse en un bautismo de persecuciones (v. 38).
Ellos pedían una corona y Jesús les ofrece una cruz.
Jesús
no engañó a sus seguidores prometiéndole un porvenir rosado, con poder y
beneficios que les convendrían. Los discípulos sí querían eso. Habían ingresado
al ministerio evangélico con ideas equivocadas de lo que habrían de obtener (v.
28); y aquí no se menciona dinero sino poder y nombre. Jesús les dijo que no se hicieran la idea de que tendrían
iglesias para que los sirvieran, sino que ellos tomando el cargo serían los
siervos de todos, y que no debían pensar en cargos eclesiásticos del mismo modo
que se piensa en la política y la sociedad (vv. 42-45). Querían ser señores y
Jesús les propuso que las únicas plazas vacantes
en su reino eran las de sirvientes.
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