Hay veces que con sanos motivos uno se opone a Jesús
MATEO 3:13,14
"Entonces Jesús vino
de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Juan se le
oponía". Cuando Juan estaba predicando contra la hipocresía religiosa
apareció el Señor Jesús para tomar el bautismo; aquel hombre recién aparecido
no necesitaba tomar ninguna clase de bautismo porque no se gloriaba en alguna
religión ancestral ni practicaba mínimamente alguna clase de hipocresía
espiritual; Jesús se unió al movimiento espiritual de Juan y le pidió que le
permitiera formar parte de él.
Siendo más exacto y sin
desdecir lo anterior, el bautismo está tan relacionado con la fe de una
esperanza futura como con el cambio de vida de una persona y con el
arrepentimiento. Expresa su arrepentimiento y no debe ser tomado sin que éste
exista, pero tiende más allá hacia una aspiración de buena conciencia, como si
“lavara sus pecados” (Hch.22:16). La única persona que por su dignidad propia
podía tomar el bautismo fue Jesús. Dando el ejemplo que su movimiento
espiritual era otra cosa. No te demores en hacer lo que el Señor te pide,
aunque no lo entiendas, tal vez te considera un privilegio para el cual no te
consideras digno. Hay veces que uno se opone a Jesús: por ignorancia con buenas
intenciones, pero interrumpe la obra suya.
Entrenados y sacudidos en toda tentación
MATEO 4:1
"Jesús fue llevado
por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo". Estas son
tres visiones ministeriales donde se introduce el diablo. Son
tentaciones a que el Espíritu lo somete antes de comenzar su carrera pública.
Es la principal preparación para el ministerio, su fortaleza interior
donde le ministro se entrena en resistir al diablo. Esto no es algo que se
enseña en los colegios pastorales sino en la vida espiritual donde debe
adquirir “dominio propio” mediante el Espíritu Santo. Estas tres tentaciones a
mi entender son dadas principalmente para los ministros del evangelio, que
tienen que estar en primer lugar entrenados para dominar los apetitos
del cuerpo. Esa es la primera y gran calificación que debe tener al entrar al
ministerio evangélico. Santificar su cuerpo y dominar las tentaciones a las
cuales éste lo incline y Satanás use.
Entre las muchas se halla
la de padecer necesidades físicas, escasez de dinero para comprar comer, etc.
El principiante debe enfocar primero su crecimiento espiritual en relación con
su cuerpo. Su mejor testimonio parte del uso que le dé a su cuerpo y los
ataques diabólicos tendrán que ver en proponerle alternativas de satisfacción
corporal que no se hallan en línea con su llamamiento. Toda su vida,
especialmente en sus primeros tiempos enfrentará una lucha feroz contra el
diablo dentro de su cuerpo no sabiendo a veces distinguir entre una
tentación biológica y diabólica porque ambas se confunden en una y lo que le
parece puramente físico y orgánico es igualmente diabólico.
¿Por qué Pablo decía que
golpeaba su cuerpo y lo ponía por servidumbre si no es porque trataba de
aplastar al diablo dentro de sus instintos naturales? (1Co. 9: 27). La
diferencia con nosotros es que Jesús no tenía un cuerpo de muerte y nosotros
sí, no estaba sometido a pasiones semejantes a la nuestras y nosotros sí.
En segundo lugar,
cuando lo sube hasta la almena del templo y le dice que se arroje desde allí,
es que lo arriesgue todo como en una misión suicida, en una misión de supuesto
valor y fe, los que han alcanzado la cúspide del servicio, esto es, lo más
exaltado de los pastores y ministros del evangelio, los que han subido mucho en
el ministerio hasta el pináculo del templo, con la posibilidad de que no ocurra
un milagro y se pierda la vida. Una de las tres más grandes tentaciones del
ministro tienen lugar dentro del templo de Dios, en relación con su
trabajo pastoral y con los miembros de su rebaño; es dentro de la iglesia y no
fuera de ella donde encuentra sus mayores conflictos y riesgos, y en su mismo
interior se halla el diablo para derribarlo, a no ser que en su sublime y lo
más empinado de su posición él esté de rodillas, porque los vientos tan alto,
en las cimas, son fuertes y es tentado a utilizar métodos no convencionales y
usar ilícitamente sus poderes con el fin de formar un show delante de sus
asombrados admiradores; así descamina la ruta de su ministerio atrayendo la
atención a su audacia y capacidad de Superman o supercristiano. Dentro
del templo también debe batirse con el diablo, negándose a utilizar su poder y
dones en relación consigo mismo y no para el bien de su iglesia.
En tercer lugar,
renunciar a la gloria de los hombres o a la fama; tomar el mundo por asalto
espiritual y no por rendición a él. Esa es la última de las tres más grandes
tentaciones que un ministro confronta que es la más amplia y fuera del templo,
la popularidad en el mundo, su ambición de ser un connotado predicador,
un gran escritor, tener una iglesia grande dentro de la sociedad, o peor aún dejar
su carrera ministerial para ser grande entre los hombres (Jue.9:9-13);
conquistar el corazón y los hurras de los reinos del mundo al estilo de un
anticristo que se sienta en el templo de Dios como si fuera Dios, rodeado por
la aureola de mundana gloria. Todo esto porque el diablo está metido en las tres
visiones que el pastor tiene para su ministerio.
Nota que no es una
tentación carnal, sino que es conducido por el Espíritu; el evangelista Lucas
dice que en ese momento se encontraba "lleno del Espíritu Santo"
(Luc.4:1). Marcos dice que fue el Espíritu quien le impulsó al desierto; que
estaba con las fieras y los ángeles le servían (Mr.1:12); donde el desierto
pudiera significar la soledad y el abandono; las fieras, sus enemigos; y los ángeles
aquellos espíritus servidores de los que son herederos de la salvación, o la
ayuda celestial a través de bondadosos medios fraternales, que son como ángeles
de Dios (Ga.4:14). Jesús fue llevado al desierto y vivió en visión espiritual
las sacudidas y asaltos principales de todo ministro.
Aprende a decir no, no y no
MATEO 4:8-11
"Otra vez le llevó
el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y la
gloria de ellos... Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios
adorarás y a él sólo servirás... y he aquí vinieron ángeles y le servían".
Otro punto de vista sobre
el texto. Observa que aquí sí aparecen los ángeles; después, no
antes de haber triunfado sobre la tentación. Es lo mismo que sucedió cuando
Jesús oró en el huerto de Getsemaní, después que dijo "no se haga mi
voluntad sino la tuya", se le envió un ángel (Luc. 22:42, 43); y lo mismo
que a los jóvenes hebreos, después que fueron echados al horno de fuego (Dan.
3:25).
Es decir, los ángeles no
son enviados cuando se necesita ejercitar la fe, para sustituirla, sino cuando
la "obediencia es perfecta". Y esta tentación tiene que ver con el
del glamor del mundo. El diablo lo llevó en visión a un monte alto y le
propuso que cambiara la gloria de Dios por la del mundo, y Jesús se negó. Jesús
miró la gloria del mundo y no la quiso. Le dijo a Satanás: "El resplandor
del mundo no me atrae sino la gloria de Dios. Si tengo que rendirme a tus pies
para conquistar el mundo, lo rehúso. No deseo un poder mundial entregándome a
ti y con tus métodos; el mundo yo lo conquisto a mi modo y no con el
tuyo; si tengo que hacerte a ti mi señor, me niego, no lo quiero. Esa
clase de fama no me importa; el mundo lo voy a conquistar a pesar tuyo y contra
ti, no sirviéndote; los reinos de los cuales hablas son tuyos y yo los
conquistaré; dentro de ellos yo estableceré mi reino que no es de este mundo y
ellos serán míos".
Y después de rechazar la fama
llegaron los ángeles. Señor que no acepte nada a cambio de entregarme a él,
porque es mejor perder todo el mundo y ganar mi alma (Mt. 16:26). Éstas
no fueron tres ocasionales tentaciones sino tres decisiones hechas para
toda la vida. Tres veces dijo Jesús que no. Jesús no llama a sus apóstoles si
no antes de que él mismo experimentara las tentaciones que ellos como
embajadores suyos habrían de vivir para que tres y muchas veces digan no, no y
no.
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