Ya los ilegales no tienen que saltar la cerca
EFESIOS
2:11-22
El apóstol insiste
que no debe haber arrogancia ni deben llevarse mal los unos con los otros, recordándoles
que el mismo Abogado de inmigración ha
derribado la pared de separación que hacía frontera y evita que el resto de las
naciones del mundo deban saltarla ilegalmente pues pueden con un pasaporte de
fe como exclusivo documento de identificación ser admitidos si tienen el Sello
del Espíritu Santo con una cruz, y
disfrutar desde Dan hasta Beerseba las promesas que fluyen leche y miel.
Los mandamientos
mosaicos representaban esa pared que excluía al resto de los pueblos del mundo
a menos que se unieran a través de las dos tablas de la ley de Moisés y se circuncidaran
en la carne; pero ya tal rito y señal del pacto ha sido quitada y en su lugar
sustituida por la fe, originada como un don divino, una salvación que es don de
Dios, dada por su misericordia y por medio de la acción de un común Espíritu
Santo. Ya los extranjeros han sido hechos ciudadanos del reino de los cielos
(v. 19), porque el Abogado “que tenemos para con el Padre, a Jesucristo el
justo” (1Jn.2:1,2) con su vida y con su muerte ha pagado la gran fianza
punitiva de la ley que condenaba a los gentiles a muerte eterna.
Así se va
construyendo el edificio donde habita Dios por medio de su Espíritu y tanto los
extranjeros como los nacionales, porque ambos tienen derecho por medio de la
ciudadanía otorgada por Jesucristo, pueden adorar juntos sin enemistades y sin
necesidad de saltar la pared infranqueable porque ha sido derribada y la Iglesia
de la Gracia se constituye en un reino
sin fronteras para dar la bienvenida a todos los ilegales que quieran emigrar
hacia la prosperidad en la gracia de Dios que ella tiene, sin tener que brincar una cerca con diez
difíciles hilos de piedra que trepar, que fueron tejidos en el Monte Sinaí,
porque la Declaración de Independencia
escrita por la Corte Suprema en los lugares celestiales garantiza ciudadanía y perseverancia
perpetua en ese reino.
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