Compruebe si lo que vio en su iglesia no fue un teatro sino un culto de adoración
Mateo 5:23-25
Y ¡qué pena, de sermones públicamente aplaudidos, elegantes trajes y llamamientos a caminar al frente con la promesa de recibir a un Cristo que está en la puerta y llama, pero no entra! (vv.19-22). Y ¿para qué quiere que levante la mano? ¿Para decirle el Señor te bendiga? ¿Seguro? ¿O para contarlo como un éxito personal del sermón? ¿Para llevar un récord de profesiones de fe? ¿De veras que alzar la mano es una profesión de fe? Las profesiones de fe se hacen en la familia, entre los vecinos, en el trabajo, donde se corra el riesgo de ser discriminado. Y a propósito ¿Por qué lo empujas por la frente y tienes preparado un voluntario que lo recoja y suavemente lo deposite en el piso o le ayude a incorporarse? Cuando el apóstol predicaba el día de pentecostés ¿el poder del Espíritu Santo necesitó que Pedro los empujara para que se cayeran? Tuvieron otra manifestación, excepto derribarlos. Sobre eso de caerse lo leo en el Nuevo Testamento, pero no fueron los apóstoles los que derribaban a la gente, y menos Jesús, “y Jesús le reprendió, diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él” (Luc.4:35). Por amor de Dios no pierda su domingo, vaya a otro lugar donde el predicador como Pablo en Berea, abra su Biblia, la predique y usted se vaya con ganas de seguir escudriñándola, y sin rendir su independencia mental, sino para comprobar si lo que oyó en el sermón y lo que vio no fue un teatro sino un culto de adoración (Hch.17:10-12).
"Por
tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene
algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu
hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda".
Primero comento algo diferente a lo que prometo en
el título de esta nota. No presentes al Señor una ofrenda mezclada con
rencores. Hemos presentado al Señor
muchas preciosas ofrendas conscientemente contaminadas con pecado, y hasta es
el pecado quien las ha hecho hermosas a los ojos a los hombres. Versos
inspirados en amores ilícitos, prosa elegante, sonora y bella, que cautiva la
opinión de los críticos y traspasa el corazón con fragante emoción a quien van
dirigidos o en quien se piensa. El pecado suele inspirar el arte, el cincel del
escultor, la pluma del literato, la lengua del enamorado. Así hemos dedicado a
Dios y al prójimo alabanzas preciosas con motivaciones románticas de un
fingido, pero erótico, amor fraternal, bellos comentarios sobre la poesía
sagrada con la imaginación puesta en un sueño peligroso. Esta clase de pecado
que contamina la ofrenda a Dios es mil veces más execrable que una renuente
reconciliación y arreglar un mal entendido con un hermano, una palabra
equivocada o un juicio precipitado. ¡Oh pecado, de estirpe y linaje cainita!, que
eres padre de los que tocan flautas y de los que se extienden martillando sobre
las edades del hierro, del bronce y del oro (Ge.4).
Y ¡qué pena, de sermones públicamente aplaudidos, elegantes trajes y llamamientos a caminar al frente con la promesa de recibir a un Cristo que está en la puerta y llama, pero no entra! (vv.19-22). Y ¿para qué quiere que levante la mano? ¿Para decirle el Señor te bendiga? ¿Seguro? ¿O para contarlo como un éxito personal del sermón? ¿Para llevar un récord de profesiones de fe? ¿De veras que alzar la mano es una profesión de fe? Las profesiones de fe se hacen en la familia, entre los vecinos, en el trabajo, donde se corra el riesgo de ser discriminado. Y a propósito ¿Por qué lo empujas por la frente y tienes preparado un voluntario que lo recoja y suavemente lo deposite en el piso o le ayude a incorporarse? Cuando el apóstol predicaba el día de pentecostés ¿el poder del Espíritu Santo necesitó que Pedro los empujara para que se cayeran? Tuvieron otra manifestación, excepto derribarlos. Sobre eso de caerse lo leo en el Nuevo Testamento, pero no fueron los apóstoles los que derribaban a la gente, y menos Jesús, “y Jesús le reprendió, diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él” (Luc.4:35). Por amor de Dios no pierda su domingo, vaya a otro lugar donde el predicador como Pablo en Berea, abra su Biblia, la predique y usted se vaya con ganas de seguir escudriñándola, y sin rendir su independencia mental, sino para comprobar si lo que oyó en el sermón y lo que vio no fue un teatro sino un culto de adoración (Hch.17:10-12).
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