Son privilegiados los instructores bíblicos



ROMANOS 2:19
"...y te confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas". 

¿No te estremeces al pensar que hay ministros que creen, ellos piensan, y confían que enseñan las doctrinas correctas del evangelio y sin embargo son herejías, doctrinas de demonios? (1Ti. 4:1).  Y suponiendo que enseñes la verdad, que guíes los ciegos a Jesús y él ponga sus manos sobre esas pupilas muertas o que las escupa, o le unte lodo, que haga lo que haga, y eso para ayudarte, entonces salta y brinca como un privilegiado y elegido de Dios, un colaborador y ayudador de Dios (1Co.3:9). Como un ángel resplandeciente que alumbra con fuego del cielo el camino de los que se dirigen a Sion, ciudad de gloria.  El comportamiento debe estar al mismo nivel del privilegio concedido, como era mirado David entre los filisteos, como un ángel de Dios (1Sa.29:9). Cuando cae en un lugar se llena todo de su gloria, como si Dios les hubiera enviado una estrella para el horizonte de ellos. 

Oh yo soy guía de ciegos, luz de los que están en tinieblas, cuando abro mi Biblia, leo una porción y guiado y ungido por el Espíritu Santo la explico y la aplico, a mí, cuando preparo mi sermón y cuando lo predico. Amén Señor Jesús. Son unos privilegiados los que se aplican la Biblia y la enseñan de modo práctico. Aun Balaam el falso predicador se gloriaba de haber tenido los ojos abiertos para ver cosas del otro mundo. ¡Cuánto más si hubiera sido un auténtico y no un  caído fracasado, “derribado, abatido” predicador! (Num.24:3,15,16).



                    El primer alumno es el maestro
ROMANOS 2:21
"...tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se debe robar, ¿robas?". Quiere decir: ¿por qué no practicas tus lecciones? He ahí un reproche para poner en práctica, todos los que enseñamos la palabra de Dios, aprender con tesón primero para uno mismo, para deleite propio, edificación individual, para retraer de Dios alguna cosa de su ser, no solo una bendición sino el acceso para contacto con su propia esencia, ni más ni menos que un roce aunque sea mínimo con la naturaleza divina, unos minutos de estancia a los pies de Jesús, un instante de gloria del paraíso celestial. Cuando se aprende para enseñar el primer alumno del maestro es él mismo. Si no fuera así y todo lo que pasa por sus manos sigue el camino de otros oídos que no son los suyos, entonces es teoría e hipocresía.
 

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