Pablo no tenía la manía de ser joven y bonito, ni durar sino vivir
2CORINTIOS 4:16-18; 10:10
“Por tanto no desfallecemos, antes bien,
aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre
interior se renueva de día en día”.
Quiere decir que su cuerpo se va
desgastando, y la palabra también significa que se va arruinando y destruyendo,
que el Pablo de ahora no es el mismo de antes ni será el mismo físicamente en
el futuro. Si se tradujera que se va pudriendo, arruinando, se captaría mejor
la idea. Hay que asumir que lo critican por haberse dado mala vida como
misionero, habiendo envejecido, arrugado y puesto canoso. Todo eso puede
ser hallado en las manos del Señor. La respuesta que les da sin negar lo
que refleja el espejo y todos ven, es contraponer a eso su rejuvenecimiento
espiritual, el de su “hombre interior” con el cual se regocija y llena de
gloria. Maduro por fuera y más y maduro por dentro, más dulce y jugoso, más
lleno de Dios Y con más gloria de su imagen. Su envejecimiento parece un
acelerado desgaste en su trabajo, no hecho para sí mismo sino por la salvación
del mundo. En libertad y en cárceles. En mejores palabras respondería,
“no me pidan que viva para mí mismo y que me cuide para extender mi vida, que
no es eso lo que quiero hacer con ella, alargarla sino usarla; por otra parte
en mi espíritu por comunión con Jesús me siento más joven; estoy lleno de
gloria y no de pecados, porque mi objetivo es hacer realidad a otros las cosas
que no se ven, las eternas, y por ellas sacrifico el vigor de mi cuerpo. No me
digan que me he envejecido, porque cada día me siento más joven, más feliz, más
lleno de gozo; no estoy perdiendo nada, no me miren con lástima ni me
reprochen, porque estoy ganando con creces. Ustedes como Apolos, son los que
sufren con el aumento de los años porque miran que la belleza se les ha ido y
quieren de cualquier manera aparentar lo contrario. Mi objetivo es vivir, no
durar”. Ese no sería el caso de Pablo, avergonzarse de sus años y procurar
quitárselos, porque daría la bienvenida a su envejecimiento, y mirarse
joven y bonito no sería su manía.
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