No pase, esta iglesia es propiedad privada
Lucas 7:24-29
“24 Cuando se fueron los mensajeros de
Juan, comenzó a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto?
¿Una caña sacudida por el viento? 25 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un
hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura
preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están. 26
Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. 27
Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, El
cual preparará tu camino delante de ti. 28 Os digo que entre los
nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más
pequeño en el reino de Dios es mayor que él.29 Y todo el pueblo y
los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el
bautismo de Juan”.
PROPIEDAD DE JESUCRISTO |
Jesús no se quedó molesto porque Juan les hubiera
enviado a esos hombres de poca fe para que les quitara las dudas. El Señor les
dio la bienvenida porque Juan hizo lo correcto, teniendo en mente preparar a su
grupo para que se hicieran cristianos y dieran
testimonios convencidos que estaban siguiendo al hombre correcto. Él
siempre tuvo un gran concepto de su pregonero y si bien no pudo hacer nada para
sacarlo de la prisión y evitar que lo decapitaran, sí incrementó su prestigio
diciendo cosas favorables acerca de su persona y ministerio.
Jesús no era un pastor que hablaba mal a espaldas de
otro. Y esa clase de buena opinión y recomendación dada por un ministerio superior de otro inferior ayudó grandemente al establecimiento del reino de Dios en
la tierra, ya que cuando el pueblo escuchó y leyó lo que decía uno del otro
"justificaron a Dios", lo que es lo mismo que obedecieron a Dios y
glorificaron a Dios, porque les hubiera enviado esa clase de ministros,
poderosos y bien llevados, que se promovían sus trabajos positivamente el uno con
el otro y se fortalecían con buenas opiniones los ministerios de ambos.
Y eso no fue todo sino solamente el requisito básico para que la gente no
encontrara reparos en ir a escuchar al predicador, sino que con tan buena
recomendación creyeron su mensaje y uno tras otro y en tandas comenzaron a
bautizarse bajo el ministerio de Juan (v. 29). Es precioso ver esto, como un
ministerio más exitoso que otro le presta
su ayuda no robándole sus miembros sino curándolos y enviándolos de regreso
para que continúen trabajando en esa iglesia chica, porque de ellos no precisa
una congregación grande. Las simpatías entre estos dos ministerios son palpables.
Juan no siente temor de perder dos miembros porque
se los envíe a otro pastor para que los ayude espiritualmente, porque sabe que
ellos regresarán y volverán mejores que como se fueron. Jesús después que los
sanó los devolvió a su pastor original para que sirvieran en el grupo donde
ellos habían empezado y al cual pertenecían. La confianza entre ambos ministros
era plena, entre ambas iglesias, una todavía dentro del Antiguo Testamento y
otra ya con los pies puestos dentro de la Gracia en Jesús. El impacto que tal
camaradería sin desconfianza que existía entre ambos ministros, fue importante
a la vista de los incrédulos y pecadores para recibir el evangelio que se
estaba predicando, uno con un poco de atraso pero bien intencionado, con sus
limitaciones, y otro mucho más amplio, y que respetuosamente convivían en la
misma comunidad sin que uno desacreditara al otro.
El número de bautismos después de esta muestra de
caridad ministerial, se incrementó y la gloria de Dios aumentó y a partir de
entonces había menos pecadores en la región y más santos en la iglesia. Eran
dos pastores felices y ninguno de los dos trabajaba como si su grupo le
perteneciera o como una célula independiente del resto del cuerpo de Cristo,
como una propiedad privada con un letrero en sus límites que dijera "no pase, esta iglesia es propiedad privada"
donde el dueño de ella es el tal y más cual pastor.
Como quien dice Jesús no pescaba en el criadero de
Juan ni Juan en el criadero de Jesús sino que los dos tenían el propósito común
de hacer lo mismo sin total independencia, sino colaborándose, y menos con
indiferencia, como si les diera igual el avance o retraso de su vecino. No hubo
envidia por parte de Jesús al
enterarse que el pueblo estaba justificando a Dios y el grupo de Juan
creciendo, porque él mismo sabía que Juan humildemente había declarado que
menguaría y él crecería. Jesús no podía ofenderlo envidiándolo. Si alguien quería
reírse y desacreditarlo diciendo que se vestía pasado de moda y comía
inapropiadamente, que estaba flaco como una caña, que era un pelilargo, Jesús
no dio motivo a eso, al contrario no hizo ningún juicio al respecto porque no
transgredía ninguna ley divina, y dio valor a su ministerio como mensajero de
Dios.
Comentarios
Publicar un comentario