Jesús defiende el sustento de sus ministros
LUCAS 6:1-5
(Mt. 12.1-8; Mr. 2.23-28)
“ 1
Aconteció en un día de reposo, que pasando Jesús por los sembrados, sus
discípulos arrancaban espigas y comían, restregándolas con las manos. 2
Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito
hacer en los días de reposo? 3 Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni aun
esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él
estaban; 4 cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la
proposición, de los cuales no es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y
comió, y dio también a los que estaban con él? 5 Y les decía: El
Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo”.
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http://2.bp.blogshttp://2.bp.blogspot.com/_RsyKBL2MDYk/SbnKXmnA3PI/AAAAAAAADDs/66MmA0d-KpI/s400/Parabola+del+Sembrador.JPGNo piense que los fariseos los criticaban porque comían el sábado, lo que
querían es que no comieran, ni ellos (5:33; Mr. 7:5) ni Jesús (Mt. 11:18,19). ¡Pobres
discípulos del Señor!, no pueden estudiar, predicar y caminar con Jesús por el
mundo sin que haya ojos enemigos vigilantes, listos para hallarles faltas y
poder acusarlos ante los jueces y la sociedad. Algunas veces no son los hombres
mundanos los que tienen los ojos puestos encima de ellos, sino aquellos que se
dicen celosos guardadores de la Biblia.
Los miran de arriba abajo para ver cómo se visten, por dónde andan,
quiénes los acompañan y qué hacen con sus manos. Si los ven con hambre, pasando
necesidad y sed, eso no les importa, les da igual, los critican midiéndolos por
mandamientos de hombres y tradiciones y acusándolos de faltas graves, los
tratan sin compasión y los humillan porque tienen que depender para poder
consagrarse a su oficio, del pan que la ley de Dios les autoriza recibir, y tienen
que tragarse el alimento y las palabras para no responderles a sus injustas
acusaciones.
No llevaban hoz en sus manos ni cestas para llevarse a casa algunos
manojos sino que se conformaban con lo
mínimo, con aquello que cubriera una necesidad de primer orden; por lo
tanto no estaban robando ni infringiendo ninguna ley bíblica de amor, sino los
gustos y criterios, la mala voluntad de los que los odiaban. "El obrero es
digno de su salario, y no pondrás bozal al buey que trilla" (Deu. 25:4),
es el verdadero mandamiento bíblico, y el derecho que tienen los apóstoles a
recibir el sustento cuando pasen por dentro de los lugares sembrados, es
sagrado, y están autorizados por Dios a comer del fruto del trabajo físico que
han hecho otros a los cuales ellos sirven sembrando la Palabra, regándola y
abonándola para que crezcan para salvación.
Era día de reposo y por el servicio que prestaban con sus predicaciones
tenían derecho a violar el sábado, si ése fuera el caso, porque haciéndolo de
la mejor forma posible, y trabajando con el alma y con todo el amor de Dios,
ellos, los que los criticaban recibirían mejores bendiciones, de alta calidad,
cuanto más fuera el trabajo que realizaran y el cansancio que los agobiara.
Oyeron las críticas y se quedaron callados, algunos perplejos soltaron
inmediatamente las espigas en el campo, y otros entre lágrimas, terminaban de
tragar el bocado que la ley de Dios les permitía.
No se defendieron porque por quien estaban acompañados les respondió a
quienes les reprochaban alimentarse un poco, sin causar la ruina ni daño a la economía del propietario del campo.
Jesús abrió la Escritura y se las citó a estos lectores confundidos, para que
recordaran la misericordia de Dios para sus siervos, en este caso David y sus
acompañantes, y la aprobación que dio al gesto humanitario de aquellos
sacerdotes al compartir el pan sagrado con personas ajenas al ministerio, sin
reprocharles ni contarles eso como pecado.
Estos hombres conocían el pasaje bíblico porque lo habían leído mil veces
pero sin aprender que las necesidades humanas son superiores a las ceremonias
religiosas. Además de callarlos por la Escritura, les dijo de forma autoritaria
que sus discípulos podían hacer el uso del sábado que él les permitiera porque
su verdadero dueño no era Moisés sino él. Y los discípulos, defendidos sus sustentos, y absueltos por la
Escritura y por Jesucristo, continuaron restregando con dignidad las
espigas, sin vergüenza ni culpa, porque el peso de la aprobación del Señor, el
propietario del sábado, los liberaba y les daba a entender que siguieran
comiendo y no les hicieran caso. Y el gran apóstol de los gentiles utiliza esta
misma cita para aclarar, confirmar y justificar a los predicadores del
evangelio que a tiempo completo se dedican a sembrar y sembrar las áureas
semillas eternas, y quienes tienen que soportar las mismas palabras de sus pequeños
criticones (1Co.9:9-12; 1 Ti.5:17,18).
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