Jesús sabía lo que tenía que hacer, ayudarlos
JUAN 6:1-13
“Aconteció en un día de reposo, que pasando Jesús
por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y comían, restregándolas
con las manos. 2 Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo
que no es lícito hacer en los días de reposo? 3 Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído,
lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él estaban; 4 cómo
entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no
es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que
estaban con él? 5 Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun
del día de reposo. 6 Aconteció también en otro día de reposo, que él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un
hombre que tenía seca la mano derecha. 7 Y le acechaban los
escribas y los fariseos, para ver si en el día de reposo lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle. 8 Mas
él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía la mano seca:
Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie. 9 Entonces
Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en día de reposo hacer bien,
o hacer mal? ¿salvar la vida, o quitarla? 10 Y mirándolos a
todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano
fue restaurada. 11 Y ellos se llenaron de furor, y hablaban
entre sí qué podrían hacer contra Jesús. 12 En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche
orando a Dios. 13 Y cuando era de día, llamó a sus discípulos,
y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles”.
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COMPARTIENDO EL PAN |
Este
es un milagro también relatado por los otros evangelios, no un discurso de
Jesús como Juan se ha propuesto (Mt. 14:15-19). Parece que Jesús se retiró a un
sitio cerca de Betsaida, con el propósito de descansar un poco pero la
providencia del Padre para su ministerio le negó esa solicitud (v.3), y una
multitud ávida de salud y pan, fue a buscarlo (v.2). Eran los días de la
tercera festividad de la Pascua judía durante su ministerio y Jesús los prepara
para mostrarles que es el pan que descendió del cielo y que como Moisés les dio
maná, así él daría su carne y sangre por ellos.
En
esta porción reflexionaremos sobre la iglesia como benefactora de los pobres,
aunque estos sean incrédulos y sólo busquen beneficiarse de ella, debe
atenderlos como una señal del amor de Dios para el mundo. Hay muchas agencias
filantrópicas que atienden a los necesitados. La iglesia hace lo mismo no para
competir porque ella es un cuerpo distinto con una misión diferente: mostrar el
amor de Dios y exactamente dejar al mundo sin excusa de ese amor.
Cuando
Jesús vio el gentío enseguida pensó en
que tenían hambre y aquí no se dice que les predicó y después los alimentó
(v.5); ya después que comieron les habló. Con la pregunta que le hizo a Felipe
(v.5), la cual fue para todos, les enseñó que la iglesia también tiene ese
ministerio social de ayuda a los pobres y que aunque no tenga suficiente dinero
no debe evadir esa responsabilidad (vv.6,7); eso no es una excusa porque si no
puede comprar alimentos para cinco mil puede hacerlo para cincuenta o para
cinco, pero que sepa que la primera intención del Señor es que la iglesia los compre, es decir, no que haga un
milagro ya que si después quiso que se recogieran los sobrantes es para darles
una lección de economía y ahorro (Mt. 14: 16). Que la iglesia use su dinero en
ese ministerio de compasión, si el dinero no da para tanto que use lo poco que tiene incluyendo aun a los niños que deben
aprender a no se egoístas ni avaros y entregar desde pequeños lo que tienen
para los demás a través de ella.
Es
una buena cosa discipular a los niños en ese aspecto dándole alguna responsabilidad en la iglesia como la que
supuestamente tuvo este joven que atendía la transportación de los bienes
apostólicos (Mt. 14: 17, observe que dice “no tenemos”). La congregación debe
tener un programa que los incluya a ellos y les haga sentir que son útiles y
que están conectados con los deseos de Jesús por medio de ella. ¿Qué quiere
decir que quería probarlo pero que él sabía lo que iba hacer? ¿Probarles la fe?
Pudiera ser. Si lo hizo para confirmarlos en el conocimiento de él, está bien. Pero
como la intención de Jesús es
alimentarlos, entonces la prueba es conocer la disposición de ellos para hacer lo mismo que él, o sea, que
ellos reflexionaran en ese ministerio y se dieran cuenta que no estaban
preparados para eso para cuando las señales se cumplieran todas, aún les
quedaría esa responsabilidad para llevarla a cabo con amor y con dinero.
Después
de eso Felipe se podría decir a sí mismo que Jesús le probó su amor al prójimo.
A mí me parece que otra lección es que la
iglesia debe darle prioridad a ese ministerio de ayuda a los pobres antes
que pensar en invertir su dinero en comprar sillas y mesas para que la gente
coma, o templos para que escuchen la palabra; lo principal es el evangelio que
se les predica y que ellos lo oigan aunque sentados en la hierba. Con el dinero
que se fabrica un templo se pudieran alimentar muchos. Quiero decir que
mientras no haya para ambas cosas la
prioridad la tiene ayudar a los pobres y la predicación de Jesucristo. Hay
templos muy hermosos a los cuales visitan unas pocas personas los domingos y
algunos turistas fascinados por la arquitectura. ¿Para eso han quedado, para
museos?
Lo
más importante de todo el milagro es la
bendición del Señor, cuando tomó los panes y los peces y oró dando gracias
por ellos; con esa bendición lo material
apareció y la carne y el pan fueron creados. No es lo que uno tiene o no
tiene sino la bendición del Señor, que con humildad seamos capaces de agradecer
a Dios lo poco que poseemos y pedirle que haga uso de ello. No es el dinero lo
más importante, ni los alimentos, ni el templo, el aire acondicionado, las
mesas y los bancos o las sillas sino la bendición divina en lo poco. Eso es lo
que la iglesia debe asegurarse para sí misma tener, que no haya obstáculo ni
algo que impida la bendición de Jesús. Quita esa bendición y quedan pobreza,
hambre, poco dinero y frustración. La aspiración de la iglesia de hacer una
obra hermosa depende sólo de la bendición de Dios. Jesús miró las multitudes y
sabía lo que tenía que hacer: ayudarlos.
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