Los ángeles llegan después
(Mateo 4:8-11)
“Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos... Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás... y he aquí vinieron ángeles y le servían” .
Observa que aquí sí aparecen los ángeles; pero mira que vinieron después, no antes de haber triunfado sobre la tentación. Es lo mismo que sucedió cuando Jesús oró en el huerto de Getsemaní, después que dijo "no se haga mi voluntad sino la tuya", se le envió un ángel, después de haberse rendido a la Suprema Voluntad (Lucas 22:42-43); y lo mismo que a los jóvenes hebreos, después que dijeron "Dios puede librarnos del horno pero si no lo hace tampoco adoraremos tu estatua", después que fueron echados al horno de fuego (Daniel 3:25).
Es decir, los ángeles no son enviados cuando se necesita ejercitar la fe, para sustituirla, sino cuando la "obediencia es perfecta". Y esta tentación en particular tiene que ver con el glamour del mundo.
El diablo lo llevó en visión a un monte alto y le propuso que cambiara la gloria de Dios por la del mundo, y Jesús se negó. Jesús miró el resplandor del mundo y no lo quiso. Le dijo a Satanás: "El resplandor del mundo no me atrae. Si tengo que rendirme a tus pies para conquistar el mundo, lo rehúso. No deseo un poder mundial entregándome a ti con tus métodos; el mundo yo lo conquisto a mi modo y no con el tuyo; si tengo que adorarte no lo quiero. Esa clase de fama no me importa; los reinos de los cuales hablas yo los conquistaré; dentro de ellos estableceré el mío, que no es de aquí sino de más allá, y todos serán míos".
Estas no fueron tres ocasionales tentaciones sino tres decisiones hechas para toda la vida. Tres veces dijo Jesús que no: a la carnalidad, a tentar a Dios con imprudencia y al poder y la gloria de los hombres. Y triunfando sobre ellas salió cabalgando sobre toda palabra de verdad, yendo de un lado a otro con su espada de dos filos y su escudo de fe. Y después de rechazar el poder y la fama llegaron los ángeles sin haber orado a ellos, ni solicitarlos, para ejercer la providencia.
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