Jóvenes que pasan por el ojo de una aguja
Lucas 18:18-30
(Mt. 19:16-30; Mr. 10:17-31)
18 Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? 19 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. 20 Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio honra a tu padre y a tu madre. 21 Él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. 22 Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. 23 Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico.
24 Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 25 Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. 26 Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? 27 Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. 28 Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido. 29 Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, 30 que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.
No quisiera repetir lo que puede ser leído en los otros dos evangelios paralelos, sino comentar algunos aspectos de esta llamativa entrevista pues se trata de un individuo relativamente en su juventud, y por esas fechas, de acuerdo a su posición social, muestra interés no en un evangelio de prosperidad sino en toda la esperanza cristiana, la vida eterna, lo que quiere decir en el otro mundo. No es que fuera una persona madura que avecinándose a la muerte y no pudiendo dejar de gustarla, esconderse de ella, piensa en la recuperación de un cuerpo nuevo mediante la resurrección, que ha visto a Jesús hacerlo. No es alguien que sólo le queda un pequeño trecho en este mundo por andar, y ya colmado de satisfacciones juveniles, decide consagrar sus últimos y malos días a la religión.
Tampoco es un joven pobre sino uno con dinero y porvenir, capacitado para darse los lujos y gustos que se les antoje y puede pagarse todos los gustos y caprichos que se les ocurra, compartir con amigos entretenimiento y diversión, sin pensar en nada más que en sacarle a la sensualidad todos los placeres que estén a mano. Podría irse a la "provincia apartada" y vivir "perdidamente". Pero de todo eso se abstiene por su religión y vive comedidamente según le parece como para satisfacer a Dios. Eso vale algo, pero es insuficiente, y se reconoce en la mirada de amor de Jesús (Mr, 10:21), que dicho sea no le pidió alguna contribución sino que renunciara a todo su dinero y se lo diera a los necesitados, y a partir de entonces se sostuviera como él, con contribuciones voluntarias.
Lo que Jesús dijo sobre el camello los discípulos lo tomaron personalmente y con razón, pues es una imposibilidad universal salvarse, para todos, incluyendo a los adinerados. Les comentaron que habían dejado por él "todas sus posesiones" (v. 28), incomparablemente menos que el joven rico. El Señor les explicó que serían bienvenidos en cada puerta de los nuevos convertidos, y en cada nueva familia ganada por el evangelio serían recibidos dentro de ella como uno de los tales. Y además la vida perpetua en el reino eterno de Dios (v. 30).
La promesa cristiana se ha cumplido y aunque nacer de nuevo, arrepentirse de sus pecados, tener fe, son dones de Dios y no pueden ser manufacturados, en estos dos mil años, millones los han adquirido como un milagro, porque para Dios no hay nada imposible. Millares de jóvenes han recibido los inefables dones de la gracia de Dios, y despojándose de todo “el peso del pecado que los asedia” han pasado, con la misma dificultad que un camello, por el ojo de una aguja y alcanzado la vida eterna, y sin avergonzarse del poder de Dios para la salvación están ayudando a otros a pasar por el mismo aprieto del arrepentimiento y el hallazgo de la fe, transformándose de agnósticos en cristianos, dejando los placeres terrenales por los de los lugares celestiales con Cristo, buscando tesoros en el cielo donde la polilla no corroe, cambiando las riquezas injustas por las verdaderas, jóvenes que han pasado por el ojo de una aguja y están haciendo pasar a otros.
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