Meditaciones Mañaneras
Salmo 12:4
“Han dicho: nuestros labios nos defienden”. “Por nuestras lenguas prevaleceremos” “Nuestros labios son nuestros; ¿quién es señor de nosotros?”.
¿Quiénes son estos Tértulos leguleyos, picapleitos y abogados sin conciencia? ¡Qué difícil es quitarse el mal uso de la lengua!, es de los últimos baluartes que se tarda en ser tomado por el Señor Jesucristo. Uno ve que es el Señor de las manos y le sirven con obras piadosas, Señor de sus pies que los conducen a la casa de Jehová, Señor de los ojos que los usan para escudriñar la palabra de Dios, sin embargo, a la lengua todavía no ha llegado su reino y no está domesticada (Sgo 3: 7,8) y dicen: ¿quién es Señor sobre nosotros? El apóstol dice que glorifiquemos a Dios con nuestro cuerpo, y no seremos realmente piadosos mientras no haya piedad en nuestros labios y estén limpios de mentiras, calumnias, dobleces, y sean purificados con las brasas del cielo (Isa. 6: 5-7). La conversión a Cristo de los magistrados tiene que contemplar el buen trato de los pobres.
Salmo 12:6
“Las palabras de Jehová son palabras limpias, como plata refinada en horno de tierra,
purificada siete veces”.
“La palabra de Jehová es plata”. (Paráfrasis). La conversión a Dios está relacionada con su Palabra y clama por el fin de la desobediencia; los que manejan de alguna forma la palabra de Dios que es limpia, tienen en otros modos, que hablar limpio y actuar justamente. ¿Qué avivamiento es ese, qué conversión es esa, que no afecta para nada el comportamiento, que no le permite a la palabra de Dios meterse en sus negocios, que no tiene nada que ver con la vocación secular? Si la palabra de Dios está purificada siete veces, el pecador debe purificarse siete veces; hundirse siete veces como Naamán en el Jordán y expulsar siete demonios como la Magdalena (Leer 2 Re. 5:10; Mr. 16:9. Entonces será en la iglesia un número perfecto, un miembro de plata. O de oro.
Salmo 13:1
“¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro?”.
David no se imaginaba enemigos pero sí que Dios le volviera la espalda; se preocupaba hasta la desesperación; ninguna otra persona estaba tan presente en la mente de Dios como David y él no lo creía; pensaba en él constantemente y él suponía que ni siquiera a ratos. Le decía a Dios “¿hasta cuándo volverás tu rostro de mí?”. Y se estaban mirando cara a cara como compañeros (Ex. 33:11). Lectura adicional, Isa. 26:3,4; 49:14-16.
Salmo 13:4, 5
“Mis enemigos se alegrarían si yo resbalara”.
O si yo fuera sacudido. “Ellos darían un ojo de la cara por verme resbalar; y si me tardo en resbalar se ponen impacientes e inventan mis resbalones. Ignoran que aunque resbale Jehová no me dejará caer (Sal. 62:2,3). A veces los tenemos como hermanos. No pienso aguantarme con mis brazos sino por la misericordia de Dios; cuando pierda el equilibrio Dios me ayudará a recobrar el balance; de todos modos ustedes no me tendrán a sus pies”.
Salmo 13:6
“El Señor me ha colmado de bienes”.
“No me digan que me imagino una ayuda divina porque Dios me ha visitado otras veces. Ingrato no soy y olvidadizo tampoco. Me inspiran al arpa no sólo mis dolores sino las bondades de Dios; es cierto que convierto mis tribulaciones en melodías pero no las escribo para otros sino para Dios porque son mis oraciones; cada estrofa subraya alguna experiencia mía; estoy melancólico sólo cuando oro, no todo el tiempo cuando Jehová me responde; las expresiones más tristes de mi vida son mis oraciones, que generalmente no las bailo sino las releo y me dan fe para otras ocasiones”.
Humberto:
ResponderEliminarA veces los tenemos como hermanos.
Y eso es lo más doloroso.
Cuando recibes un mal de alguien que sabes que le eres indiferente, o que abiertamente te odia, no te cuesta reponerte.
Es lo propio, no hay sorpresas.
Pero es terrible recibir un mal de alguien que quieres, alguien en quien confías, y a quien tienes por herman@.
No obstante, esto también nos ayuda en nuestra identificación con Dios -no sabías que todas las cosas nos ayudan a bien?- pues así debe sentirse el Señor, cada vez que le fallamos a Dios.
:[
Renton.
ResponderEliminarUna lengua mal usada es una obra satánica; duele mucho e hiere la memoria permanentemente el recuerdo de falsas acusaciones hechas por algún hermano o hermana de la misma iglesia, que por envidia o para tapar su pecado tiran basuras propias sobre el nombre limpio de otro, cien veces más santo que ella o él. La calumnia, triste es decirlo, deja dolor en el pensamiento y algún daño de ella queda porque alguien siempre tendrá dudas si fue cierto o no. Uno puede lavar sus ojos en el estanque de Siloé y recobrar la vista pero un honor manchado no se puede limpiar allí, ni siquiera con jabón o con lejía. A veces tiene que continuar sirviendo en santidad al Señor, con menos reputación de la que quería porque no puede aclarar a todo el mundo lo que dijo o lo que hizo. ¡Y todo ese daño por obra y gracia de una lengua viperina!