No olvide tomar sus medicinas

Salmo 38:2-8

Mis llagas hieden y supuran”.



Esto parece referirse simbólicamente a las heridas hechas por el látigo de Dios por causa del pecado. Las voy a tomar con un poco de libertad. No hay indicación en la Biblia que todas las enfermedades procedan por la acción de algún espíritu maligno ni que sus curas sean expulsarlos del cuerpo; lo que sí consta es que los profetas aunque obraban milagros usaban medicinas por recomendación del mismo Dios, por ejemplo higos (Isa. 38:21) como ocurrió con la enfermedad del rey Ezequías. El apóstol Pablo es otro ejemplo de este mismo tipo de obrar, recomendó vino como medicina a Timoteo como un modo de aliviarse de su enfermedad estomacal (1 Ti. 5:23); y otras muchas recetas sabría de su amigo y médico amado, Lucas (2 Ti. 4:11).



La consulta de los enfermos a los médicos no es algo que la Biblia desaprueba y mucho menos la utilización de las medicinas que ellos recetan. No encontraban ninguna contradicción entre orar por los enfermos y comprar alguna receta médica. Eso es importante para aquellos que creemos que Dios lo mismo obra por medio de un milagro, sin la intervención de un tratamiento farmacéutico, que por medio de cirugías, operaciones, amputaciones, quimioterapias y medicinas hechas en laboratorios. Los conocimientos que los hombres adquieren son porque Dios los enseña o les da la capacidad para que los adquieran, que es lo mismo.



El adelanto de la ciencia lo miro como una bendición del Señor y no como una señal demoníaca; como una manera que ha tenido de usar su misericordia extendiéndonos la vida y haciéndonos más humanos por medio de la medicina. En una época como la bíblica, de tanto atraso en higiene, salud, cuando la ciencia de los galenos estaba en pañales, y era más brujería que ciencia, curarse de cualquier enfermedad casi era un milagro y por ende el único remedio que existía para no morirse por un catarro era orar por los enfermos. La gente sufría muchísimo con cualquier enfermedad, sin aspirinas, y por eso se les llamaban enfermedades o dolencias (Sal. 103:3). ¡Qué bendición ha sido el descubrimiento de los anestésicos!



Hay enfermedades que nos dice que tienen un origen espiritual, que son los demonios los que la producen, con síntomas muy parecidos o los mismos de las que hoy se conocen como males de tipo orgánico; por ejemplo, la epilepsia. Un niño echa espumarajos por la boca, quizás intenta suicidarse (lee la descripción, Mr. 9:14-29). Sabemos que éste niño era además de epiléptico, endemoniado, o que el demonio provocaba su epilepsia; pero no quiere decir que todos los endemoniados eran epilépticos ni todos los epilépticos endemoniados. En tiempo de Jesús no se conocían los virus, los parásitos, etc. y las enfermedades solían describirse espiritualmente, sin que se adjudicaran a algún espíritu inmundo.



La mujer sanguinolenta que tocó el manto de Jesús declaró que había sufrido mucho con los tratamientos de los médicos y gastado todo su dinero, no en hechiceros. Lucas el médico, narrando como Jesús sanó a una mujer encorvada dijo que tenía espíritu de enfermedad; alguna versión dice que “causada por un espíritu”, pero es más interpretación que traducción. No hizo mención a la expulsión de algún ser inmundo sino que simplemente narra su curación (Luc. 13:11). Por eso pienso que se ha metido muchísima superstición ignorante dentro de la religión cristiana moderna y bien agradecemos a la ciencia que colabore con el evangelio para echarla afuera.



Por otra parte, la Escritura enseña que la iglesia cristiana, lo mismo que los santos del antiguo pacto, solían pensar que ciertas enfermedades tenían alguna relación con el comportamiento moral de la persona y la acción de Dios. No todas, pero sí, había la posibilidad de que el mal que alguien sufriera tuviera que ver con sus pecados, bien como una consecuencia moral o como un castigo de parte de Dios, señalando su juicio. En ese caso, si la enfermedad era repentina e incurable, los hermanos veían el juicio sobre el impío, si se trataba de un hermano, se pensaba que podría haber pecado y oraban para que les fuesen perdonados y devuelta su salud (Sgo. 5:14,15). De todos modos, cuando nos enfermamos es bueno hacer reflexiones y juzgar moralmente nuestros pasos, meditar en el uso que estamos haciendo de nuestra salud, la transitoriedad de la vida y la preparación espiritual para morir. Y no se olvide tomar las medicinas.

Comentarios

  1. Lo escrito me recuerda la manera cómo encaran algunos pentecostales el tema de las enfermedades, haciendo sufrir a muchas personas.

    Dios no quiere que estemos enfermos, rebuznan.
    Y con una media verdad, hacen sentir culpables a aquellas personas que sufren alguna dolencia, pues sostienen que la enfermedad es la manifestación del pecado.

    Es terrible, pues añaden dolor al dolor...

    :[

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  2. Renton, es tan obvio que se hallan equivocados que me imagino que perderías la paciencia discutiendo este punto. Es tan obvio por la historia de grandes santos como Agustín que tenía que escribir de pie por sus hemorroides, Calvino parecía tener en su cuerpecillo todas las enfermedades de la Edad Media, David Brairnerd, ese santísimo predicador entre los indios americanos murió de tuberculosis a los 33, Spurgeon sufría horriblemente con su gota reumática; y yo que no soy digno de desatar encorvado la correa de los calzados de todos ellos ahora tengo un pequeño dolor en un hombro y no puedo hacer algunos gestos, y mi doctora dice que me ponga agua caliente, ¿en qué pecado he caído si toda la vida he tenido una salud de hierro y sin embargo he pecado mucho? Están despistados esos soñadores cuando dicen que a cada pecado o pecadillo Dios le pega a uno con una fusta. Bobadas.

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  3. humbe, ¿no dispondrá usted de algún comentario sobre la cesación de dones? es un tema afín a este artículo suyo. que me ayudaría a formar un estudio bíblico para compartir en con la congregación Lajera.

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  4. Anonimo, mira este enlace y si no es suficiente veo en lo que he escrito y no he publicado. Vale?

    http://pastorhp.blogspot.com/2009/02/su-don-de-lenguas-tiene-verbos-y.html

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