Las piedras no brincan ni los árboles vuelan
Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería. (Lucas 17:5-10).
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Hay muchas explicaciones sobre esa petición de aumento de fe. Unos dicen que debían usar la que tenían, aunque fuera pequeña. Otros afirman que los apóstoles pidieron mal, como si estos críticos supieran más que ellos. Y como no me desentiendo del contexto, supongo que pedían fe para perdonar, lo que es equivalente a mejorar la vida cristiana. Sabían que debían ser mejores cristianos para perdonar un motón de veces al mismo hermano; para no negarle la palabra ni el ósculo santo. Sin embargo parece que ellos querían más fe no sólo para disculpar faltas sino para trabajar. Quitar epidemias y doblegar demonios. O sea, funcionar como apóstoles.
Por la aplicación que Jesús le hace a la pequeña parábola, “siervos inútiles somos” (v.10), hace pensar que si la fe llegaba hacerlos más útiles, podría también convertirlos en orgullosos, y que vinieran los éxitos con arrogancia y darse importancia en el reino de los cielos. Cuando el Señor les dijo “si tuvierais fe como un grano de mostaza…dirías a este sicómoro…”, quería decirles que el aumento de la fe era un aumento de la calidad cristiana de ellos y que según crecieran en cristianismo crecerían en fe, y serían mejores ministros siendo mejores cristianos. Si esa fue la intención, el próximo paso de ellos sería aumentar los minutos de oración, el tiempo estudiando la Palabra y sirviendo al prójimo.
Concuerda con los textos paralelos que estuvieran pidiendo fe para hacer señales o milagros (Mt. 17:20), y Jesús les dio a entender que el milagro más grande era ser mejores creyentes, porque ninguna cosa bendice más Dios que nuestra semejanza con Cristo. Como si les dijera: “orar y ayunar da como resultado volverse mejores esposos, mejores padres; amen a sus suegras, paguen los impuestos, mejoren sus trabajos, no formen griterías por cualquier cosa, no le peguen a los niños, no maldigan a nadie, no envidien el asno del vecino, no miren por la ventana la mujer que tiene, ni por qué cambió su auto, o sus muebles bonitos, no entristezcan el Espíritu, no lo apaguen, no despojen a la gente de su dinero, escriban el evangelio gratis (de gracia recibisteis), pongan la educación teológica barata y no vendan los libros caros”.
No piense que Jesús les estaba animando a hacer portentos y que les dijo, “vayan delante de un sicómoro y empiecen a decirle ¡desarráigate!” y que el deseo y la orden sobre el árbol les incrementaría la fe. Haga usted una prueba semejante con un cadáver y dígale ¡fulano de tal sal fuera! Y siéntese a esperar que su voz resucite un muerto. O salga al patio cuando pase un ciclón floridano y dígale ¡calla, enmudece!, y le aseguro que será arrebatado hasta Azoto. O dele órdenes a un sicómoro, a una montaña o a una piedra y veremos si el árbol vuela al mar, la montaña desaparece o la piedra brinca. Nada de eso, señores, el asunto es ser mejor apóstol, y mejor pastor por medio de la palabra de fe que predicamos (Romanos 10:8). No un milagrero sino el mejor cristiano de la iglesia.
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