Sospecha que no has visto las cosas claras
CORAZON DE PIEDRA |
SALMO 81:10-13
“…los dejé a
la dureza de su corazón”.
Dios abandonó a Israel por un tiempo, como si
estuviera cansado de soportarlo. Y sus fronteras fueron traspasadas. Siempre es
una cosa terrible que Dios entregue a un pecador a su incredulidad, que es
dejarlo a “la dureza de su corazón”. Esa desgracia no le viene a nadie que se
halle viviendo inocentemente, sino a aquel que deliberadamente comete un acto
de desobediencia (Ro. 1: 23,24,28). Es correcto decir que un hombre vive en
pecado porque Dios lo abandonó a su propia mente y por eso comete cosas que no
le convienen a él ni a la sociedad donde se encuentra, pero es incorrecto decir
que en su reprobación sea inocente. El hombre se halla en el camino que ha
escogido. Esa doctrina es mejor explicarla en el tiempo, no desde la
eternidad, “antes que hubieran hecho bien y mal”, lo cual es útil para hablar
sobre la predestinación para salvación, no para condenación.
Cuando los
hombres ven que el pecado se vuelve incontrolable y que la sociedad está
atestada de él (Ro. 1: 29), deben volverse a Dios y revisar sus “razonamientos”
y sospechar que no han visto las cosas claras (Ro. 1: 21); que algunas cosas
han sido planteadas equivocadamente, que no se ha razonado bien o al menos que no
se ha decidido bien en relación con lo que se ha averiguado, que ha habido
algunas mentiras iniciales que han dado como resultado el rechazo de
Dios. Hay un momento en la filosofía, en la ciencia, en el cual Dios se
descubre al hombre; quizás un segundo, un minuto, una idea que pasa por su
cabeza y se interroga diciendo: “¿No habrá un Dios detrás de todo esto? ¿No
tendrá este mundo un Diseñador?”; ese es el momento, al descubrir a Dios, en el
cual el hombre también se descubre a sí mismo, su origen y destino. Es el
momento para darle gracias por haberlo creado y adorarlo. Pero desgraciadamente
el hombre ha dicho: “Es cierto, pero es imposible que sea cierto”.
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