Explicación de porqué la iglesia creció tanto en un día
HECHOS 2:37-42
“37 Al oír esto, se compungieron de
corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué
haremos? 38 Pedro les dijo:
Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. 39 Porque para vosotros es la
promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos
el Señor nuestro Dios llamare. 40 Y con otras muchas palabras
testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. 41
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel
día como tres mil personas. 42 Y perseveraban en la doctrina de los
apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las
oraciones”.
La explicación la hallamos si nos metemos dentro del
grupo y oímos y experimentamos lo que ellos oyeron y sintieron, que el éxito del sermón de Pedro consistió
no sólo en los que se convirtieron directamente con él sino en las copias que de él hicieron otros
apóstoles, hermanos y hermanas de Jerusalén; un sermón que no sólo fue copiado
en la letra, o sea en la doctrina sino en el ejemplo del mismo Pedro. Un
énfasis único con un mensaje único. Y así lograron una cifra de convertidos y
bautismos sin precedentes, tres mil.
Bastante ¿no cree? Tal vez cien, doscientos, trescientos, oyeron a Pedro, pero
lo que se me ocurre es que no sólo Pedro
predicó esto sino los otros apóstoles, por cuanto ellos dijeron “les oímos
hablar” (2:11), y además la pregunta de salvación incluyó a los otros
compañeros, y a los demás apóstoles (v.37), dando a entender que fueron muchos
los ministros que predicaron aquel día y el que no se convertía con uno se
convertía con el otro, uno hablaba en parto, otro en elamita, hebreo, latín,
egipcio, etc.
Pero no porque fueran muchos ya que eran una docena
sino porque estaban ungidos por el Espíritu
Santo, habían pasado mucho tiempo en oración esperando la promesa de Dios y
la habían recibido, y las lenguas de ellos ya eran de fuego y del Espíritu
Santo, de lo contrario no hubieran sido efectivos, pero lo fueron por el poder
que Dios les dio. Y eso es lo que la obra santa del Señor necesita, que haya
ministros investidos con ese poder, y que prediquen solemnemente sus sermones sin entretener la audiencia ni hacerla
constantemente reír y pasar un buen rato. Aquella gente no se había reunido
allí para oír a Pedro y los otros predicar sino porque Dios los juntó con aquel
ruido que hizo al caer sobre ellos (v.6). Si Dios junta la gente es nuestra
responsabilidad hablarles solemnemente, o ardientemente y que les pique y les
pellizque el corazón, que es lo que significa la palabra compungidos y por esa
razón dijeron lo que dijeron, preguntaron lo que tenían que preguntar y no fue
¿cómo se llama el predicador? ¿Cuándo son los días de reunión?, sino ¿qué
haremos para ser salvos?; y por todo el contexto se dieron cuenta que eran
culpables directos de la muerte de Jesús.
Y asumo algo más, que los convertidos fueron ganando a los no convertidos como un efecto
dominó o una ola que se expande, de esa forma en un solo día, por las casas,
plazas, mercados, en el templo, el evangelio alcanzó a tan enorme cantidad de
personas, porque cuando la iglesia se llena del Espíritu Santo predica la
palabra y quiere que todo el mundo conozca la historia y sea salvo. Todos los
predicadores, hermanos, especialmente Pedro, predicaban lo mismo, arrepentimiento, “arrepentíos y sed
bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo” (v.38), y así lo
hicieron. Pero usted no lee que lo
dijeran, que llamaran a alguien y les confesara los pecados; lo único que
pedían a los predicadores era que los sumergieran en las aguas del bautismo
para perdón de pecados, y dondequiera que había suficiente agua tomaban el
bautismo en el nombre de Cristo, dando gloria a Dios por él y testimonio de él,
y así recibían el don del Espíritu Santo. Y la iglesia creció en un solo día
más que cualquiera otra en años porque se dedicaban continuamente a las
enseñanzas de los apóstoles (v.42); lo que quiere decir que todos los maestros tenían una sana doctrina,
la de los apóstoles, que perseveraban sin hacerles cambio, creían exactamente
lo que habían aprendido y enseñaban lo mismo, y por supuesto eran maestros
dedicados o consagrados a la enseñanza doctrinal y participaban continuamente
en todas las reuniones de la iglesia que es lo que significa la palabra
comunión, sin brillar por su ausencia en ninguna y en comunión tenían el partimiento del pan, es decir la santa
cena, y la oración. Posiblemente aunque oraran en el culto tenían un día y una
hora dedicada a la oración. Y no fallaban, allí estaban. La iglesia crecía
porque contaba con un equipo espiritual e intelectualmente preparado y muy
dedicado al llamamiento de la enseñanza.
Y por último Pedro les menciona una
esperanza para su familia no convertida; que podrían ser evangelizados y
ganados para Cristo. Aquello no era un fenómeno solamente local, es decir lo que habían experimentado en
Jerusalén podría ocurrir muy lejos en el Ponto, en Cirene, Roma, Antioquía,
Egipto, etc., era repetible en cualquier parte del mundo, especialmente en los
hijos que habían dejado atrás. Y pudiera repetirse entre nosotros si Dios
acompaña nuestra enseñanza y sermones con su Espíritu, y hacemos de la misión
evangelizadora de la iglesia un asunto primordial buscando de corazón salvar a
todos los que el “Señor llamare” y enviar si no podemos misioneros, hermanos y
hermanas que transporten a sus países nuestro espíritu y doctrina como aquella
iglesia en un solo día.
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