No hay nada indecente pero quieren divorciarse
Mateo 5:31-32
“También fue dicho: Cualquiera que repudie a su
mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a
no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con
la repudiada, comete adulterio”.
Habiéndose callado su voz el Maestro acerca de adulterio, habiéndolo
enfocado como un mal de origen espiritual, pasa a tratar el mismo problema que
ellos enfrentaban con el divorcio. Tengo hermanos en Cristo y amigos muy
queridos que han vivido el drama del divorcio, y no he dejado de pensar en
alguno de ellos mientras escribo esta exposición. ¡Y líbreme Dios de
condenarlos cuando no me ha hecho a mí juez de ellos! Reconozco mi poco
entendimiento e incomprensión. Me es más fácil entender lo que dice el texto en
cuestión que la tragedia en sí y preferiría que él no dijera lo que es evidente
que dice. Pero para terminar de disculparme con esos varones y mujeres de Dios
que se han divorciado y se han re-casados, la última palabra la tienen ellos, y
no yo, y el Espíritu y la conciencia que se han formado.
En primer lugar veamos el enfoque judío del matrimonio. Los judíos también erraban al enfocar el
matrimonio como una unión civil, es decir como algo meramente social, de la
misma naturaleza que un convenio comercial o un tratado recíproco de
cooperación. Concebido de ese modo, sin sentido espiritual, se derivaban varios
males entre los cuales la posibilidad inmediata era frecuente (la de divorcio).
Se parapetaban detrás de la concesión hecha por Moisés en Deu. 24: 1-4;
que fue dada por Dios más bien para proteger a la mujer que para autorizar el
divorcio, reduciendo a esa sola cosa la excepción para despedir a la esposa y
no por cualquier motivo.
Además, conocemos la variedad de razones para divorciarse que
ellos tenían. El espíritu divino de este mandamiento no es para obligar a la
mujer a permanecer casada sino para protegerla
y que no la dejen desamparada con sus hijos. Si el contexto histórico de la
mujer cambia, por ejemplo que tenga dinero para subsistir sin el varón, el
hecho del mandamiento y del divorcio sigue desagradando al Señor pero se
suaviza. E indudablemente que el contexto ya no es el mismo aunque la piedad de
Cristo es la misma, pero entonces no se puede ser tajante y tan severo cuando
un problema de este tipo emerge. La variedad de ellos las dejo para después.
Razones aparentemente para
divorciarse las tenían por millares, de modo que tomando ocasión en la propia
Escritura rompían el sagrado vínculo matrimonial para dar rienda suelta a sus
pasiones. Amados, si alguien quiere separarse de su compañero o compañera
seguro que no le van a faltar justificaciones para hacerlo.
Dios, conociendo cuánto es la depravación humana y carnal que envuelve
el matrimonio, eligió una sola razón para disolver la unión: "la
cosa indecente" que ya nadie sabe exactamente de qué se trataba, y que Moisés indica, pero que
pienso que pudo haber sido algún rastro de inmoralidad previa al santo
matrimonio o algún defecto orgánico que haría repugnante o imposible la
consumación del acto matrimonial (el significado de la palabra es desnudez,
mancha). Sólo en ese caso, inmediatamente podría darle carta de divorcio,
pero los judíos de antaño, como muchos en la actualidad, no hallan nada
indecente en su compañero o compañera la noche de bodas, ni durante la luna de
miel, sino que a los dos años, ocho o quince, es cuando salen con el cuento de
que tienen razones para divorciarse, pero la verdad ya para ese tiempo el
divorcio no es justo. Ya ella ha gastado parte de toda su juventud al servicio
de ese hombre, y le ha ofrecido lo más fresco de su vida, ya se siente unida a
ese compañero, pero si él quiere dejarla, ¡cuántos no serán los sentimientos de
desgracia que invadirán su melancólico corazón! (en la actualidad no sufren
tanto como antaño y recursos se buscan para sobrevivir al naufragio).
El Señor viendo que por cualquier motivo se divorciaban y el número de
divorcios crecía de modo alarmante, prácticamente lo prohíbe por cualquiera
otra causa del mundo: incomprensión, mal carácter, enfermedad, edad, etc.,
autorizándolo sólo por una razón: la infidelidad conyugal, es decir por un
pecado que conduzca directo al infierno. La razón que tenga alguien para
divorciarse tiene que ser merecedora de no heredar la vida eterna. Si tu esposo
no te comprende ¿por eso no heredará la vida eterna? ¿Y porque tiene mal
carácter? ¿Porque está enfermo? ¿O porque se ha envejecido? Esta no son razones
espiritualmente suficientes para divorciarse; quizás sí para vivir tristes,
para no ser feliz en el matrimonio o para lamentar el haberse casado con esa
persona pero no para divorciarse de ella.
¿Qué de otros pecados que merecen la condenación y no son el
adulterio, tales como vicios de drogas, alcoholismo, idolatría, hechicería? ¿Ebriedad?
¿Violencia? ¿La hiere con su trato? ¿Gasta su dinero en juegos y otros vicios? ¿Debe
dejarlo ella? ¿Está ella sometida a ese energúmeno? ¿Vivirá esa servidumbre?
¿Qué es lo mejor para los hijos (porque ellos cuentan)? Creo, por lo que dice
Pablo que sigue el espíritu de protección para la mujer es que puede separarse
pero lo que no puede es volverse a casar (1Co.7:10-16); y con todo, el apóstol
parece decir esto como un consentimiento sin su aprobación, porque prefiere que
por causa de los hijos y del estado futuro no se rompa la unión.
Dios no creó el trueque, ni el comercio, pero sí la familia, y los que
van a casarse deben conocer que su unión no es cuestión de firmar papeles y
cambios de apellidos sino una unión espiritual para mientras vivan. Con todo,
yo no quiero ser contencioso sobre este punto, ni trato el asunto de aquellos
que se han convertido a Cristo después de haber incurrido en el divorcio, que
en suma, lo dejo a la conciencia y a la exégesis bíblica de cada uno.
Pero siento miedo y me pregunto, ¿qué bendición podemos, la iglesia
moderna, esperar de Dios si se tolera el divorcio por cualquier razón y hasta
hay pastores que se atreven con la Biblia en la mano a bendecir a un par, dos o
tres veces divorciados, en el propio templo? No se trata de mirar ni el
matrimonio ni la familia como células sociales, sino como una unión espiritual
hecha ante Dios. Y el que busca casarse debe saber con quién lo hace, cuándo lo
hace y para qué lo hace, porque una vez sometidos bajo la voluntad de Dios ya
no pueden salirse de ella. Eso es todo sobre el divorcio según Jesús. Amén.
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