No estaremos mejor Presidente Barack Obama, estaremos peor
1 Timoteo 1:9-11
“Conociendo
esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y
desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos,
para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios,
para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y
para cuanto se oponga a la sana doctrina, según el glorioso evangelio del Dios
bendito, que a mí me ha sido encomendado”.
I.
Uso de la ley
Pero yendo al texto, el
apóstol aclara bien, que del contenido de la ley no se sacan temas para debates y que su estudio no es
para uso en sí misma, sino que ha sido promulgada por Dios por causa del pecado
del hombre, para mostrarlo sobremanera pecaminoso, para reprimirlo y enseñarle que aun los mandamientos son débiles
por la carne (Ro.8:3) y por causa
de su debilidad e ineficacia, comprobado por experiencia que nadie se puede perfeccionar por su medio
(He.7:18,19), se introdujera algo mejor, la gracia en Cristo, la salvación sin
las obras de la ley (Ro.3:28).
Aquellos hombres tomaban el
decálogo de Moisés y las variadas genealogías y las escudriñaban para
convertirse ellos mismos en justos; ante el criterio de los hombres se volvían irreprensibles,
convirtiéndose ante ellos mismos en buenos, pero ante los ojos de Dios peores,
porque por el cumplimiento de la ley sin la gracia se vestían de justicia propia (Flp.3:6,9), no la de
Cristo que es por la fe. Así pues, en vez de instruir a los santos en el
cumplimiento de la ley, usémosla para evangelizar a los pecadores.
II.
La ley en la evangelización
El mundo está lleno de grandes pecadores que
necesitan oír la ley para ser refrenados y convictos por ella. Aquí
hallamos una amplia gama de pecados, es como un trozo de cualquier ciudad o
sociedad, lo mismo de Babel, que Sodoma, Corazín, Jerusalén, La Habana, Madrid
o New York. En cualquier parte y latitud se halla esa clase de gente.
1. Los anomois, (sin ley) o transgresores,
los que no tienen ley y son malditos por desconocerla; mas esta gente que no
sabe la ley maldita es (Jn.7:49). A esos primeramente, vivan una vida
socialmente aceptable o no, si no conocen la ley, deben conocerla; a ellos Dios
quiere que se la enseñen.
2. Los, como indica el
griego, anupotáktois o los insumisos, que
no obedecen órdenes, desobedientes,
los que se niegan a obedecerla. Estos quieren vivir sin ley, la han oído pero
no la acatan, son renuentes a obedecerla y arrojan de sí su yugo y coyundas; o
son insumisos y arrogantes en relación con la ley civil negándose a sujetarse al gobierno establecido
por Dios; entre ellos: ladrones, perjuros, etc. Nota como el apóstol va
gradualmente ascendiendo, o descendiendo a las partes más bajas de la tierra,
primero los que no conocen la ley, luego los anárquicos.
3. La asebés, en griego, quiere
decir sin piedad, sin Dios, o impíos; también la ley es para los que
no guardan ninguna piedad, sea porque no creen que para todo aprovecha
ni para esta vida presente y la venidera (4:8), que sea gran ganancia
acompañada de contentamiento (6:6). No creen en Dios, son ateos. Sí,
también para los ateos es la ley; y un consejo sabio es que al predicarles en
vez de intentar demostrarles la existencia de un Ser supremo, es mejor
hablarles de la ley tratando de corregirles la vida y no lisonjearles el
entendimiento. La ley no fue dada para que ellos adquirieran la piedad que les
faltaba sino para revelarles el pecado por el cual no eran píos.
4. Los pecadores, esta palabra y la anterior fueron asociadas por Pablo
por la conjunción y, indicando
con eso que la falta de piedad es un gran pecado y dentro de los que no
profesan ninguna se hallan grandes necesidades espirituales; un gran campo de
labor para la ley. Con estas dos comienza un grupo de pecadores que Pablo
coloca por parejas, porque casi siempre se hallan en asociación.
6. Parricidas y matricidas yo los definiría, aunque actualice
demasiado el texto, como los que usan violencia doméstica y abusan de
sus familiares, tanto el padre, la madre, los hijos y cualquiera otro sobre los
cuales puedan ensañarse. La palabra significa propiamente “herir al padre o a
la madre”, golpearlos. Eso prohibido en Ex.21:15. Para la violencia doméstica
aplíquese la enseñanza de la ley de Moisés y dará mejor resultado que
socializarlos, aconsejarlos, y usar la
sociología como un auxilio o la cárcel y el castigo como remedios. Para los
abusadores de personas mayores y de
menores, de mujeres, etc., para todos esos usemos la ley de Dios para que
reconozcan que lo que han hecho es muy pecaminoso. No se trata de
rehabilitarlos a la sociedad sino que conozcan a Jesucristo. Toda esa violencia
doméstica de la cual oímos hablar tanto, disminuirá si hubiera más conversiones
a Cristo, si se incrementara la evangelización y hubiera más instrucción de
sana doctrina dentro del hogar. Seguramente que el número de crímenes irá bajando y desaparecerán. Si uno
mira bien lo que Pablo dice se da cuenta que son atrocidades nerónicas
cualquiera de ellas. Lo que la sociedad necesita es más evangelio mezclado con
la ley, mejores predicadores, más Espíritu Santo y más esperanza para esos desalmados.
Junto a esa violencia se
halla el homicidio, “homicidas”,
los robos y asesinatos, callejeros y domésticos. Si quieres recordar que vives
en una sociedad llena de violencia, mira el noticiero en la televisión. Bombas,
coches bombas. Los jóvenes aprenden a hacer bombas. Ponen bombas en edificios,
matan en las calles, violan mujeres y niños. La violencia moral de la sociedad
le hace más daño que la natural. Los revólveres y las pistolas matan más gente
que los ciclones y terremotos. Y estudian el problema. Señalan como una causa
para el crecimiento de la violencia el mucho uso que se hace de ella en la
televisión, la facilidad para comprar un arma de fuego y la distribución de
drogas. Pero la violencia proviene por una causa mayor. Las que señalan son
causas menores y contribuciones al mal.
La violencia la lleva el hombre dentro de su corazón y existe desde los días de Caín y Noé, y
existirá siempre. Es el pecado el origen de la violencia. Matáis y ardéis en
envidia (Sgo.4:2); es la codicia, la avaricia, la corrupción. Si queremos
para la violencia hay que combatir el pecado, volvernos a Dios y tratar de cortarlo con el cuchillo de la ley.
Más predicación, más estudios de la palabra, más conversiones a Cristo. Si
alguna ayuda presta los programas enfocados con un evangelio social, son a mi
juicio muy humanos, útiles para ayudar a aliviar los males, pero no combaten
las causas que los engendran. El evangelio puro, el del arrepentimiento, el del
temor a Dios, es el único que tiene la gran solución para esta y cualquier
generación maligna y perversa.
7. Los mentirosos y perjuros, los que calumnian, difaman, manchan y
arrojan esputos sobre el testimonio de otros. ¿Cuál es el remedio para esos
males tan venenosos? La ley, que los hombres aprendan a ser veraces y no como
los cretenses, siempre mentirosos, ni a jurar falsamente contra alguien
o prometiendo con una mano sobre la Biblia lo que luego no respetará. Para todo
lo que se “se oponga a la sana doctrina”
(v.10). El apóstol acorta su lista, se podrían añadir muchísimas más
violaciones de la ley, pero él resume, cualquier cosa que en letra o espíritu
se oponga a la sana doctrina, necesita la enseñanza revelada de la ley.
8. Y concluye con algo que ya
más arriba he insinuado, la concordancia entre la ley y el evangelio, “según el glorioso evangelio del Dios bendito”
(v.11). No hay ninguna contradicción entre los evangelios y el decálogo de
Moisés, las enseñanzas del Nuevo Testamento son las mismas del Antiguo, lo que
prohíbe una lo prohíbe el otro, Moisés, Elías y Jesús, hablan amigablemente
sobre el monte de la transfiguración. Si hay alguna aparente discrepancia entre
la una y el otro es en el uso que se le da. Se puede usar la ley ilegítimamente
o se predica el evangelio ilegalmente, sin ley. Si se va tras las obras
de la ley y no por la fe no se alcanza nada (Ro.9:30-32). En cuanto a exégesis la diferencia estriba en
que algunos exaltan la letra de la ley cuando debieran más bien exaltar el
espíritu y de ese modo no tendrían dificultad en la exégesis de algunos
textos que de ella los autores del Nuevo Pacto libremente citan, extrayéndoles
el jugo y la sustancia. En efecto, el evangelio contiene la sustancia de la
ley, quiero decir, la gracia gloriosa de Cristo. Los que dependen de la fe
y no de las obras de la ley, porque sus obras no son obras sino los frutos del
Espíritu, como Pablo, pueden parecer que viven sin ley, que son
antinomianos, mas no es así, viven la ley, por la fe en Cristo.
9. Los fornicarios, sodomitas, secuestradores (v.10). Quizás es mejor
tratar primero los dos últimos para mantener la conexión con los violentos
anteriores. La palabra indica agarrar por el pie. Secuestradores, es un antiguo verbo derivado de la palabra hombre,
pie, agarrar por el pie, esclavizar. Así, esclavizadores, ya sea secuestradores
(robadores de hombres) de hombres libres o de esclavos que pertenecen a otros
hombres. En ese caso, tratantes de esclavos. Con el uso de esta palabra Pablo
se opone al negocio de esclavos (Ver
el diccionario de palabras de Robertson).
Los que roban hombres, los
que los agarran y se los llevan cautivos
para cambiarlos por dinero, por otras personas, para someterlos a la
esclavitud temporal o permanente; y quien dice hombres y mujeres, dice tráfico
de niños robados, para adopción o para ¡horrible!, comerciar con sus órganos. ¿Cuál
es el remedio para tanta violencia de este tipo, secuestro y robos, de la misma
esclavitud social como sistema? La ley y el evangelio. En ésta área la
situación parece casi incontrolable. Las
cárceles están llenas y los secuestros continúan, los niños siguen perdiéndose.
Si la trata de esclavos ha desaparecido como sistema de gobierno, hay otras
formas de explotación que aún sobreviven camufladas. ¿Qué solución aportaremos?
¿Revueltas? ¿Regreso a las rebeliones armadas? Tengo más esperanza en lo que se
podría lograr con la enseñanza de la ley que lo que los buenos políticos hagan.
El promedio en infidelidad
conyugal y de muchachos que pierden en la adolescencia su virginidad es
altísimo. Más desesperante es el avance y las conquistas que van obteniendo las organizaciones de
sodomitas. La necesidad de estos tiempos grita por el estudio y la enseñanza de
la ley judía. Se está predicando un evangelio
sin ninguna ley, ni mezclado con ella ni teniéndola como precursora y
eso no está bien. Hay que enseñar la ley de Cristo (1Co.9:21). El
Antiguo Testamento mirando a Cristo. Queremos ver a Moisés llevando pecadores a
Jesús para que los transforme y los salve. Ese es el espíritu de la profecía
(Apc.19:10) y a los santos cantando el cántico de Moisés y del Cordero
(Apc.15:3).
La enfermedad de nuestra
sociedad se agudiza cuando se contempla la
corrupción del sexo, la cual abarca la fornicación; fornicarios, y la homosexualidad; sodomitas. Y hace pocas horas el
presidente de este país, Barack Obama, ha dicho que USA estará mejor con la declaración de la Suprema Corte sobre la legalidad de los matrimonios del mismo sexo, olvidando por completo que Estados Unidos,
en su nacer brillante y comercial, y en su Constitución, se formó con la influencia de los ingleses
puritanos: Presbiterianos, bautistas, anglicanos, y otros. No, no estaremos mejor, señor presidente, iremos para peor.
Comentarios
Publicar un comentario