Lutero, un estudiante de San Agustín y San Pablo


"... La justificación por la fe sola, aparte de las obras de la ley, fue el triunfo de la gracia de Dios en la vida de Martín Lutero. El podría decir, que se paraba de cabeza de gozo, con esa doctrina y con él todo el mundo también hizo lo mismo. Pero según pasaron los años se fue convenciendo más y más, que el asunto era más profundo que combatir las obras meritorias que se pregonaban con las indulgencias, o la promoción que se le hacía al purgatorio. O sea el verdadero problema no se hallaba en las ventas de indulgencia de Johaan Tetzel ni en la promoción del purgatorio por Johaan Eck, sino luchar por la omnipotente gracia de Dios y en contra de la doctrina del libre albedrío enseñada por Desiderio Erasmo.

“Erasmo fue para Lutero lo que Pelagio fue para Agustín, o sea la defensa de que el hombre delante de Dios no tiene ningún poder, y eso fue central para él en su lucha por la fe cristiana. El libro de Lutero La Esclavitud de la Voluntad fue como él mismo lo dijo "el mejor libro teológico, y el más digno de publicación". Eso fue así porque el corazón de la teología de Lutero fue la dependencia total del hombre sobre la omnipotente y libre gracia de Dios para rescatar a ese hombre sin poder alguno de la cautividad de su voluntad. Éstas fueron sus palabras, "el hombre no puede por sí mismo purificar su corazón ni traer dentro de él  los dones de la gracia, tales cuales como arrepentimiento de sus pecados, y que no tuviese nada de fingimiento, una fe real, un sincero amor dado por Dios".

“La exaltación de las enseñanzas de Erasmo con respecto al libre albedrío para triunfar sobre sus propios pecados y su esclavitud, para Lutero eso era como un asalto a la libertad de la gracia de Dios y por lo tanto un ataque al evangelio mismo y últimamente a la gloria de Dios. Así Lutero daba pruebas de que era fiel estudiante de San Agustín y San Pablo, y esto hasta el final de su vida” (El Legado del Gozo Soberano, John Piper, páginas 21,22).

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