Dios no empuja para que se caiga
Romanos 11:11
“Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera”.
Hay una palabra
que viene a la mente en la lectura del pasaje, es contradicción. Un
problema que preocupa a muchos es la relación que hay entre la soberanía de
Dios y la aherrojada libertad humana. Las dos cosas existen. Otro problema lo
es también con la presciencia divina. Cuando lees sobre la predestinación hay aspectos
que no puedes ver claro. La Escritura afirma una cosa y luego se defiende de la
lógica consecuencia de su afirmación. Es decir, no puedes creer lo que te
parece que quiere decir.
Si la
predestinación no se entiende bien pudiera parecer una lógica contradicción como
es revelada, como es presentada en la Escritura. Por esto hay que
entenderla no con el cerebro humano sino con la mente de Cristo, el cerebro de
Dios. Si Pablo hubiera sacado a Romanos
de su propia mente podríamos haberle pedido
que corrigiese su escrito porque hallamos en él cosas difíciles de
entender (2Pe.3:15,16). Cuando eso ocurre es la hora para creer la
Escritura y adorar lo que leemos. La
predestinación completa, la salvación de los elegidos y la perdición de los
réprobos, no es imposible entenderla pero cuesta trabajo. Es mucho más fácil la
primera que la segunda y por esa razón es que se nos revela más.
Si quieres
entenderla tienes que seguir este orden:
(1) Dios:
su soberanía, su omnisciencia, su presciencia;
(2) después, el
plan de la salvación por gracia y la soberanía de esa gracia, que excluye
las buenas obras como medio de salvación y las malas como motivo de reprobación
para que la elección de esa gracia sea libre,
(3) luego,
llegando al hombre, mirar su actitud con respecto a la proposición
evangelizadora de la iglesia y su aceptación o rechazo.
Fija tu atención
en los que rechazan a Cristo y no te quedará duda que lo hacen porque quieren.
Se percibe que lo rechazan por su propia voluntad. Pablo podía haberlo dejado
ahí pero no lo hace, no le concede al rechazo una independencia de la voluntad
humana que la soberanía divina no permite. Explica en relación con la soberanía
de Dios que los excluyó por alguna razón que él conoce, pero que aceptaron
aquellos que seleccionó del total. Así se forma el embrollo, va desde la
claridad para el entendimiento hacia la oscuridad de los propósitos divinos,
como si no le importase que sus lectores llegaran a entenderlo bien sino que creyeran y exaltaran a Dios.
Pablo mira al
hombre a través de Dios, no al hombre directamente sino como por un espejo. En
la predestinación puedes ver la grandeza del Dios de Pablo. Si Pablo no
tuviera el concepto de Dios que tenía, soberano, omnisciente, si su plan de
salvación no fuera por elección y por gracia y si no intentara explicar la
salvación y perdición de los pecadores en relación con quién es Dios y con su
gracioso y electivo medio de salvación,
no habría ningún problema. Para poder entender todo eso en sus más
mínimos detalles con la mente chica del hombre hay que deshacer ese complejo
divino- humano, fraccionarlo e independizar una cosa de la otra. Habría que
afirmar que él no es soberano, que no es omnisciente, que no elige y que la
última palabra él no la tiene sino el hombre.
Para explicar la predestinación sin confundirse en algo, sin que tenga
contradicción, hay que achicar a Dios y desprenderle de su esencia, de algunos de sus atributos o cambiarle la forma
que ha escogido para salvar a los pecadores.
Veamos sus contradicciones.
No he escrito “confusiones” porque Pablo no está confundido, estará según tu
criterio contradiciéndose, pero no confundiéndose. Él entiende bien lo que está
escribiendo, considera que está dando buenas explicaciones y espera que sean
creídas y aceptadas. Parece que Dios es el culpable de los pecados de los
reprobados pero no lo es, que endurece pero no endurece, que es su voluntad que
se pierdan pero no es su voluntad. Si queremos enseñar la predestinación
bíblica hay que usar su forma de expresarse. A primera vista contradictoria e
ilógica.
La
predestinación, para que no caiga en el reino de los hombres tiene que exponerse
bíblicamente. Eso es lo que vemos en Pablo como escritor bíblico, como
si se contradijera casi inmediatamente en una misma página. Como maestros de
ella seremos tenidos como contradictorios. Discutir sobre ella es la de nunca
acabar y lo que más podemos hacer es predicarla y pedir a los hombres
que rindan su lógica a la revelación de quién es Dios.
Volviendo sobre
lo que es Dios. Para entenderla correctamente hay que conocer lo que es la presciencia
divina que corre un papel muy importante en la predestinación. Esa palabra la
hallamos en 1Pe.1:2. El texto escrito por Pedro dice, “elegidos según la
presciencia de Dios”. Presciencia es “prognosin” que significa tener un “preconocimiento”
de algo. Conocerlo de antemano. Dios nos conoció de antemano. No nuestras
futuras buenas obras para sobre la base de ellas elegirnos, no, nos conoció a
nosotros. La previsión de obras es imposible porque el asiento de la
elección jamás son las obras. La obediencia es el resultado de la elección no
su causa, bien dice el texto: para obedecer no porque obedecemos.
Como dice B.H. Caroll sobre este texto, la palabra prognosco y predestinación
es más o menos lo mismo. Y Pablo mismo afirma que a los que antes conoció
también los predestinó (Ro.8:29). Hay una inseparable relación entre el
conocimiento de Dios de los que se van a salvar y de los que se van a perder.
Sin embargo, la previsión de buenas o malas obras queda excluida (Ro.9:11). La
elección y la reprobación no contemplan un previo conocimiento de las
buenas o malas obras. La elección es hija de la gracia y una forma de
expresarse.
Tocante a Israel
que es el asunto que nos ocupa esta noche,
“¿fue la intención de Dios que Israel se comportara así y cayera? Pablo
niega rotundamente. Aquí el apóstol resulta casi incomprensible. Se muestra
como si se diera cuenta que ha caído en una contradicción, que se puede acusar
a Dios de la perdición intencional de Israel, y no es así. No corrige sus
palabras, no vuelve sobre sus pasos, hace la afirmación contraria sin negar lo
anterior. Así quedaría que Dios los ha endurecido, menos a los elegidos, y sin
embargo no lo ha hecho con esa intención sino que ellos libremente han
dispuesto sus corazones para rechazar el evangelio. Eso ocurre cuando la
predestinación es mirada desde el lado de la presciencia divina que prevé que
los judíos habrían de rechazar el evangelio lo cual ocurrió y debía ocurrir
porque estaba ya previsto y significaba
que tendría cumplimiento. Dios no predestina a nadie a la condenación sin
consultar su omnisciencia.
Donde la
presciencia no está activa como si Dios previera la aceptación de su palabra es
en los elegidos. Dios no previó que habríamos de creer porque si creyésemos eso
negaríamos la elección. Pero está activa en el preconocimiento de sus nombres. La predestinación para salvación es la que
mayormente enseña la Escritura, cuando Dios es quien produce el querer como el
hacer por su buena voluntad.
Israel no fue
predestinado para que rechazara a Cristo pero la presciencia previó que sería
así y Dios le dio el visto bueno, a la incrédula actitud de ellos. ¿Dos predestinaciones
absolutas? No. Una sola, la de los escogidos. La predestinación de los impíos es
un misterio que le da la razón a Dios que ellos son los culpables. Toca la
voluntad divina en el hecho de que son pasados por alto por alguna razón que
corresponde a su soberanía, pero Dios no ha hecho que Israel cayera para que
los gentiles fueran salvados, no está activo sino inactivo. La
reprobación es por un lado la inactividad divina. No los empujó a ellos para que otros ocupasen
su asiento. Dios, como no se agradó de los más, se enojó con ellos y los
entregó a una mente reprobada para que hicieran cosas que no convienen,
pero no los empujó para que rechazaran
la oferta que les venía haciendo. Señor, adoramos la profundidad de tu
sabiduría y te damos gracias por nuestra salvación.
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