Si quiere ser cristiano, pórtese como un hombre

Mateo 11: 12

"El reino cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan".


Acepto el monergismo en la salvación. Toda ella pertenece a Dios que la concede desde una punta a la otra y es él quien da ganas para salvarse cuando concede el nuevo nacimiento, el arrepentimiento y la fe en la conversión. Es fácil ser cristiano entre cristianos o volverse cristiano cuando la mayoría lo aprueba. Pero ¿qué tal si el panorama es distinto, como aquí supone? La salvación no es un regalito que Dios nos envía por correo. No es algo que uno se gane pero es una divina conquista.

El nuevo nacimiento, la fe, el arrepentimiento y otras artillerías celestiales son dadas por Dios para eso, para que nos portemos “varonilmente” como dijo Pablo, para luchar contra leones en Éfeso y taparles la boca a los herejes; y sepa que exhortó a ser de ánimo masculino tanto a Fortunato y Aquila como a Priscila, su mujer.

Satanás no dejaba que el reino apareciera en el mundo; creer en Cristo era ciertamente peligroso. Eso está claro, pero ¿hay que ser violento para ser creyente? Mire a los publicanos y las rameras lo valiente que fueron. La actitud de fe, y decisión de obrar en contra del mundo es una actitud de fuerza; se necesita poder y cierta violencia del Espíritu Santo para poder derribar toda fortaleza que se levante contra el conocimiento de Cristo y para derrotar la incredulidad común.

Decidirse a vivir piadosamente en Cristo Jesús es un desafío al mundo y a los gobernadores de las tinieblas y sólo aquellos que tienen coraje espiritual y han recibido los poderes del siglo venidero pueden atreverse a semejante osadía y a entrar en una guerra implacable donde uno se salva o muere heroicamente tratando de vivir piadosamente en Cristo Jesús (2 Ti. 3: 12).

La conversión a Cristo es un resultado de la violencia divina porque dice que en el día de su poder su pueblo se le entrega voluntariamente (Sal. 110: 3; y no me hablen del timorato libre albedrío), implica un fortalecimiento del carácter, una violencia permitida y animada por el mismo Dios cuando con la fuerza de argumentos forzamos a los rebeldes a creer en Cristo (Luc. 14: 23). Desde el mismo momento que creemos estamos en el ejército de Jehová de los ejércitos, él nos pone la espada del espíritu en una mano, el escudo de la fe en la otra, el evangelio de la paz en nuestros pies y el yelmo de la salvación en la frente para que la salvación se defienda hasta con los dientes y las uñas. Los temerosos y de espíritu afeminado no entrarán al reino de los cielos (Apc. 21:8).

Comentarios

  1. Ayer por la tarde estuve hablando largamente con uno de los ancianos de la iglesia más queridos por mí.

    Le dije que -a causa de la sociedad en que vivimos- si uno quiere mantenerse limpio de la contaminación del mundo, debe vivir prácticamente aislado...

    No se me entienda mal, mis palabras no eran fruto de una nostálgica sensación de Paradise Lost, es decir, el paraíso de pecado en el que vivía antes de renacer a Dios.

    Mis palabras eran simple y llanamente descriptivas.

    Nada de tv, nada de cine, nada de salir por la noche, nada de conversaciones repletas de sexo (saben los jóvenes de hoy en día hablar de otra cosa?), nada de literatura estúpida, nada de...

    Es complicado salar el mundo sin dejarse engullir por el mundo.

    No obstante, dicha complicación nos lleva al tema de tu entrada, porque nadie que no blanda la espada del espíritu, el escudo de la fe, calce el Evangelio de la Paz y no esté dispuesto a defenderse con pies y uñas, podrá salar el mundo sin dejarse engullir por él.

    Por todo ello, Soli Deo Gloria!

    :]

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  2. Renton, interesante la plática que tuviste con el anciano de tu iglesia, y tus observaciones sobre la tendencia juvenil. Lo de la preferencia del monacato vale también. Pero eso suele quemar los sesos pues uno transporta el cuerpo de muerte para arriba y para abajo. A veces, y prima en la juventud, es mejor salir con el hombre nuevo a la calle y dejar en casa el viejo. ¿No?

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  3. Humberto:
    es mejor salir con el hombre nuevo a la calle y dejar en casa el viejo. ¿No?

    Nono, nada de dejarlo en casa, mejor enterrar al viejo Yo a seis pies bajo tierra, LOL!

    :D

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  4. Renton, oh sí, porque si lo encierras se escapa, aunque si lo entierras resucita.

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  5. Por cierto, el actual aspecto de su blog, me recuerda al antiguo aspecto del mío...(ahora es azul, antes era café)

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  6. Pues que resucite siendo nuevo... O si no, tomamos la espada del Espíritu y le propinamos una buena estocada. :D


    Amado hermano, es tan cierto ésto. Es de valientes ésto, incluso entre los mismos jóvenes cristianos. Es tan difícil pararse y dar alto a pláticas o cosas que en nada glorifican al Señor. Y muchas veces (me ha pasado) nos vemos arrastrado por esas cosas, mas Dios es grande en permitirnos arrepentirnos. El evangelio no es para los que tiran la toalla para dejarla, sino para aquellos que pese lo que pese, estén muriéndose en la batalla, procuran tener la toalla en la mano. Si se las tumban, la recogen, si la tiran por alguna razón, arrepentidos la toman, como aquél Pedro que amargamente lloró, y si intentan arrebatarles esa Perla Preciosa, mejor damos la vida...

    Dios es grande y fortalecedor...Hace tiempo leía en un libro que la Palabra Parakletos en griego, no sólo significa consolador, sino fortalecedor, entre otras cosas...

    Dios nos dé sabiduría y gracia..

    Gracia y paz a vosotros.

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  7. Gracias Hno. Huerta, por tu comentario y Dios bendiga tu creciente experiencia cristiana.

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