La sangre siempre es roja, no azul
Mateo 23: 29-31
“Así que dais testimonio en contra de vosotros mismos, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas”.
Amigo, ¿crees que somos menos pecadores que aquellos dieciocho que mató la torre de Siloé? ¿Que si hubiéramos estado en el proceso contra Jesús no lo hubiéramos vendido por 30 monedas de plata? ¿No lo hubiéramos negado tres veces, ni dos ni una, no hubiéramos arrastrado a los creyentes y forzarlos a blasfemar ni hubiéramos tirado una sola piedra contra Esteban? ¿Si hubiéramos vivido en aquellos siglos no hubiéramos matado a Hus, no hubiéramos quemado a Serveto ni a los hugonotes, ni hubiéramos participado en la inquisición, no cometeríamos esos errores históricos?
¿Estás tan seguro que hubieras estado junto a Jesús y los apóstoles y no en el partido de los fariseos? ¿Le hubieras confesado como el Mesías e Hijo de Dios? ¿No hubieras ido a él por interés económico sino por su Palabra? ¿Hubieras vuelto para darle gracias después que te bendijo? ¿Hubieras escogido la buena parte? ¿No te hubieras hundido sobre el agua? ¿No hubieras gritado crucifícale? ¿No te hubieras lavado las manos por que no era un asunto tuyo? ¿No hubieras dicho que no crees en su resurrección a menos que metas tu mano en su costado herido y tus dedos en los hoyos de los clavos? ¿No hubieras cometido ninguno de esos errores ni alguna de esas equivocaciones?
¿Tampoco hubieras llamado a Jesús aparte para reprenderle por lo que has oído? ¿Nunca te hubiera llamado Satanás? ¿Pablo nunca te hubiera reprendido por tener doble cara? ¿No lo hubieras abandonado en Panfilia? ¿Nunca le hubieras “hecho el feo” de abandonarlo amando este mundo e irte a Tesalónica? Crees que los errores que otros han cometido y los pecados de ellos no han sido ni serán los tuyos. Si hubieras vivido en la época de ellos no hubieras hecho lo mismo. No eres descendiente de ellos, no tienes la sangre de ellos, ni la cultura de ellos.
¿Por qué estás tan seguro de eso? ¿Es verdad que nunca has ido a Jesús de noche por miedo a alguien para que no te identifiquen con él? ¿Nunca lo has negado con un beso profesando ser su discípulo y a la vez traicionándolo? ¿Nunca has vendido una responsabilidad en la iglesia porque por un aumento de salario ahora no tienes tiempo? ¿Nunca has envidiado la ofrenda que un hermano lleva a Dios, su canto, su predicación, su conocimiento, su casa, su auto, sus amigos, su novia, su mujer?
¿Jamás has mirado al pecado que has dejado atrás y mientras huyes de la condenación sientes ganas de volverte? ¿Nunca has mirado una mujer para codiciarla? ¿Nunca has coqueteado con el pecado? ¿Nunca has sido otro diferente al que eres en tu familia o en el templo? ¿Estarías dispuesto a que tus secretos se supieran y tus pecados perdonados salieran a la luz pública? Jesús dijo que los judíos serían culpables de todas las injusticias del mundo (Mat. 23: 35), como si arrastraran sobre sus espaldas los pecados de toda la humanidad, porque cometían los mismos pecados.
¿No tenemos tú y yo algo en común con todos ellos? Corremos los mismos riesgos espirituales que todos y no nos atrevemos a darle gracias a Dios porque “no somos como los demás hombres”; pudiéramos haberlo sido porque la sangre siempre es roja y no azul, y en nuestros corazones pululan las mismas larvas y perfidias porque somos hechos de la misma masa, con la salvedad que Dios nos ha hecho vasos para su gloria.
Amado hermano,gracias!...
ResponderEliminarDe nada Josbel.
ResponderEliminar¡Ay! Cuán ciertas son todas estas cosas. Sé que hubiésemos hecho lo mismo aunque ahorita gritemos tal cual Pedro: ¡yo nunca haré tal cosa! ¡Sigh!(suspiro). Excelente post.
ResponderEliminarIsa, nadie sabe hasta dónde puede caer una vez que empiece a rodar. Gracias a Dios por su gracia salvadora y perseverante. Digo mejor, preservadora. Gracias por tu comentario.
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