La violencia del cristiano
Mateo
11:12
"El
reino cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan".
Satanás no
dejaba que el reino apareciera en el mundo; creer en Cristo era ciertamente
peligroso. Eso está claro, pero ¿hay que ser violento para ser creyente? Mire a
los publicanos y las rameras lo valiente que fueron. La actitud de fe y
decisión de obrar en contra del mundo es una actitud de fuerza; se necesita
poder y cierta violencia del Espíritu Santo para poder derribar y llevar
cautiva toda fortaleza que se levante contra el conocimiento de Cristo
(2Co.10:5), para derrotar la incredulidad común; decidirse a vivir piadosamente
en Cristo Jesús es un desafío al mundo y a los gobernadores de las tinieblas y
sólo aquellos que tienen coraje espiritual y han recibido los poderes del siglo
venidero pueden atreverse a semejante osadía y a entrar en una guerra
implacable donde uno se salva o muere (2Ti.3:12). La conversión a Cristo es un
resultado de la violencia divina (Sal.110:3; y no me hablen del timorato libre
albedrío), implica un fortalecimiento del carácter, una violencia permitida y
animada por el mismo Dios y combatida y opuesta por todos los existentes poderes
infernales (Luc.14: 23). Desde el mismo momento que creemos estamos en el
ejército de Jehová, él nos pone la
espada del Espíritu en una mano, el escudo de la fe en la otra, el evangelio de la paz en nuestros pies
y el yelmo de la salvación en la frente. Y los temerosos no entrarán al reino
de los cielos (Apc.21:8). Nada, "compañeros de milicia" (2Co.10:4;
Flp.2:25) ¡tenemos que ser espiritualmente violentos!
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