Un hombre, o una mujer, espejo de Jesucristo
Génesis 14:17-24
“Cuando volvía de la derrota de Quedorlaomer y de
los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de
Save, que es el Valle del Rey. Entonces Melquisedec, rey de
Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo,
diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la
tierra; y bendito sea el
Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos
de todo. Entonces el rey de Sodoma dijo a Abram: Dame las
personas, y toma para ti los bienes. Y respondió Abram al rey de Sodoma: He alzado
mi mano a Jehová Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que desde
un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para
que no digas: Yo enriquecí a Abram; excepto solamente lo que comieron los
jóvenes, y la parte de los varones que fueron conmigo, Aner, Escol y Mamre, los
cuales tomarán su parte”.
Las palabras tienen la forma de una bendición y
están escritas en forma poética, o como se habla bajo inspiración profética. Este
es un pasaje misterioso y noble; yo supongo que Melquisedec tuvo contacto con
Abram antes del combate y fue él quien le aseguró al patriarca que saldría
triunfador en tal insólita y desventajosa guerra. Uno piensa que Abram era el
único en el mundo que tenía la fe del Dios único y no era así, había también
allí en los alrededores un hombre tan santo, espejo de Jesucristo dentro de aquellos cananitas (He. 6:20;7:1) y
consagrado como él, que ejercía el sacerdocio separado de todos, desconocido,
poco influyente e intrascendente, pero existente. Posiblemente en Jerusalén
(Sal.76:2). Aparece como caído del
cielo, guardado por Dios para bendecir la iglesia en su mismo origen y proteger
a su principal fundador. Y ¿por qué Dios no lo escogió a él, más cerca, con una
mejor posición que a este desconocido pagano venido desde Ur de los caldeos? La
pregunta hay que hacérsela a Dios, y él respondería “porque quiero”. Dios tiene
planes con su pueblo y no es el mismo para cada uno. Melquisedec era superior,
más adelantado en la fe, pero Dios escogió a otro. Bueno es que también nos
miremos “a cara descubierta” en Jesucristo (2Co.3:18) y arreglemos nuestra
imagen, nuestros ojos, boca, manos, pies, como los suyos, mirándonos en su
espejo, y como dice Santiago, sin olvidarnos lo que éramos (Sgo.1:23,24).
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